— Vístete por favor — el tono duro en la voz de Rodrigo no me pasó por alto y era justo lo que me hacía falta para darme cuenta de que estaba desnuda.
Me levanté corriendo y salí por la cubierta rumbo al camarote pero no pude evitar escuchar las siguientes palabras de Rafael, y luego de mi jefe, que me hicieron frenar en seco y volverme hacia él.— Vaya vaya Ro — decía divertido Rafael desde su propio transporte marítimo, justo al lado de nuestro yate — si llegamos cinco minutos antes los encontramos retozando desnudos.
— Si pronuncias solo cinco sílabas más, retozaré con mi puño en tu boca. ¿Que cojones hacen aquí? — no tenía la costumbre de escuchar a Rodrigo decir palabrotas pero se veía más que molesto.
En el agua, sobre una moto enorme estaban Rafael y