2. ¿DÓNDE ESTÁS…?

Meses antes de la tragedia.

Lucero

Solo dos semanas han transcurrido desde que llegamos a Barcelona, todo ha sido un infierno junto a Ramiro quien solo me ordena y amenaza constantemente, es como si pensara que haré algo contra él cuando no tengo posibilidad alguna de nada, ni siquiera tengo privacidad en el baño porque él ordenó quitar todas las puertas del apartamento en el cual vivimos siendo su oficina la única asegurada, además de la entrada principal. ¿Escapar? Eso no es una opción para mí, ya que no solo es buscar la manera de abrir la puerta que tiene varios seguros, sino que saliendo del edificio hay un gran número de hombres vigilando la zona. Parezco un criminal siendo custodiada las veinticuatro horas, los siete días de la semana.

Lo peor en este tiempo es que, desde la misma noche en que volvimos y tras la cena con mis padres, él me violó y siguió tocándome aun cuando le suplicaba que no lo hiciera, Ramiro se enojaba demasiado conmigo al punto de golpearme, no como para dejarme marcas o llevarme al hospital, pero duelen y despiertan viejas heridas producidas por él. Claro que no solo en esos momentos suele golpearme, sino también cuando no hago lo que quiere, le respondo de mala forma o por cualquier motivo que se le ocurra.

—¡Lucero! —de nuevo su grito resuena en el lugar al llegar a mi prisión. —Déjate de estupideces y arréglate, tu padre nos invitó a cenar.

—¿Por qué jugar al yerno encantador si de todas formas harás mi vida un infierno?

—No empieces otra vez que tuve que lidiar con mucho hoy —amenazas, no conoce nada más que eso para mí. —Y no olvides usar bastante maquillaje, no quiero preguntas en la mesa.

Claro que no las quería, no deseaba explicar el por qué tenía un ojo morado, la hinchazón había disminuido, pero todavía estaba la marca y yo debía ocultarla junto a las demás con ropa y maquillaje.

La cena no fue diferente a las otras que hemos tenido en este tiempo, llegué con la mejor sonrisa que mi rostro y corazón me permitieron, cerré mis ojos al saludar con dos besos para no evidenciar el dolor al rozar la herida, silencio es lo que sale de mi boca durante las horas que nos quedamos. No tengo fuerzas, no tengo esperanzas, no tengo nada más que esta realidad tan ruin en la que vivo con él; mientras mi cabeza me trae los recuerdos llenos de felicidad de los que amo y dejé en otro país con lágrimas en sus ojos.

Cada día me pregunto qué será de ellos, si Sharif y Ahmed habrán recuperado su dinero y pertenencias, si Alison por fin se rindió de querer salvarme y optó por hacer una vida lejos de tantos problemas, si Amal se casará pronto con Ahmed y vivirán al fin la historia de amor que tanto se merecen al lado del otro, si habrán capturado a Abiud y Omar por lo que hicieron, pero mi corazón, él late haciéndose la misma pregunta cada minuto del día: ¿Cómo está Sharif?

A veces me encantaría encontrar la forma de escapar o comunicarme con alguien, pero Ramiro no me deja salir excepto para estas cenas sin sentido, otras veces, aunque suene ridículo, me imagino a todos ellos llegando con el ejército de Karhel para rescatarme igual que a las princesas de cuentos de hadas, solo que en vez de un apuesto príncipe, yo tenía a una familia marroquí junto a mi hermano Alison y un ejército liderado por el hombre más poderoso y despiadado de todo medio oriente, y ahí, entre todos ellos, estaba el hombre que amaba, aquel que todavía sigo amando aun cuando sea un idiota que me saca una sonrisa entre mis desdichadas lágrimas.

—Me alegra saber que estás feliz con la noticia.

La mano de mi padre se posa sobre la mía haciendo una presión que me saca de mis locas fantasías, pero solo puedo fruncir el ceño con duda al no saber a qué se refiere.

—Lo siento, me fui un instante… —él sonrió comprensivo.

—Hablo de lo que acaba de decir Ramiro, que ustedes dos han decidido empezar a buscar un hijo —hasta aquí llegó mi minuto de felicidad.

—¿Qué…?

Planté los ojos en Ramiro con total desconcierto, pero él no abandonó su semblante amenazador cubierto por una máscara de felicidad al saber que pronto me sometería de forma constante, hasta ahora no era diario, pero si pensaba embarazarme, entonces no dudo en que las violaciones pasarán a ser muchas veces al día.

—Lo siento amor, sé que no querías decirle nada a tus padres hasta que fuera oficial, pero no me aguanté las ganas, soy tan feliz contigo que no veo la hora en que seamos padres.

Quise hacerlo, por Dios santo que quise evitar que tomara mi mano y la besara, pero no pude al imaginar todas las veces que él me violaría de ahora en más.

—Esto es una excelente noticia y debemos celebrarlo —comentó mi madre emocionada.

Ella salió, imagino yo, por una botella de vino especial para la ocasión, mientras mi padre nos levantó felicitando primero a Ramiro y después pasó a mí dándome un fuerte abrazo, pero sé que para él no pasó desapercibido el temblor que se apoderaba de mi cuerpo.

—Tranquila, sé que es un paso muy grande en sus vidas, pero todo estará bien hija, sabes que cuentan con nuestro apoyo incondicional.

No podía moverme, no podía gritar que él me violaría porque nadie me creería, hasta sé que me encerrarían en un manicomio durante un tiempo suponiendo que Ramiro no me deje en un hospital por desobedecerlo, incluso lo creo capaz de dejarme paralítica para tenerme más controlada…

Con una mano me aferré a la camisa de mi padre desde su espalda, temblaba horrores, tanto, que no quise tomar la copa de vino para evitar mostrarme en evidencia.

—¿No vas a tomar? Es un momento especial que debe ser celebrado —insistió mi madre con su mirada de: “Hazlo o te irá mal”, misma que colocaba Ramiro.

—Déjala Rosario, la decisión es reciente y quizás está nerviosa al pensar en lo que viene, ya sabes que un hijo cambia mucho la vida ¿No es así, hija?

—Sí papá —aclaré mi garganta para no evidenciar más lo que tenía, pero no lo solté. —La verdad todavía tengo dudas porque un hijo demanda mucho tiempo y no sé cómo cuadrar con mi trabajo.

—Amor, no tienes que preocuparte por eso —intervino Ramiro. —Ya te dije que puedes tomarte los primeros años para que estés al cuidado de nuestro hijo que yo me haré cargo de la casa y después verás lo de tu trabajo.

—Y también me tendrás a mí para ayudarte —dijo mi madre provocándome un escalofrío.

Si Ramiro asesinó a nuestro primer hijo con la golpiza que me dio, no imagino lo que hará con el segundo y suponiendo que lo tengamos, es obvio que me amenazará con cualquier cosa a sabiendas de que voy a protegerlo aun con mi propia vida y si mi madre lo respalda, entonces estaré a merced de ambos…

Creo que ahora sería un excelente momento para que Karhel llegue con sus hombres y me saque de aquí, prefiero que él, siendo un poderoso y muy peligroso mafioso, me tome de la manera más cruel y despiadada hasta la muerte a tener un hijo producto de las múltiples violaciones que me hará Ramiro.

(…)

11:55 p.m.

Duele, todo mi cuerpo duele, siento que me han desgarrado el alma con mil navajas. En las dos semanas que Ramiro me había tocado nunca fue tan cruel como esta noche, ni siquiera tengo fuerzas para llorar y son solo unas pocas lágrimas las que caen en la almohada.

—Tal vez si pusieras de tu parte sería más entretenido para ambos, pero si sigues de vaca muerta será muy aburrido y quizás doloroso para ti —susurró en mi oído incrementando mi sufrimiento.

Solo veía la cortina mecerse por el viento que colaba en la ventana, era un movimiento suave, tranquilo. Sentí que Ramiro se levantó dejándome sola y tras unos minutos en el baño salió cambiado saliendo quién sabe a dónde, pero no me importa, prefiero que esté lejos, prefiero que esté en cualquier otro lugar menos a mi lado.

—¿Dónde estás Sharif…? Ven y termina mi dolor entre tus brazos…

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