3. ¿HORA DE CASARNOS?

Lucero

Me tomó algunos días recuperarme, tal como lo imaginé, Ramiro comenzó a violarme varias veces al día, con las fuerzas que me quedaba entre cada encuentro hacía un esfuerzo por evitarlo, pero él forcejeaba conmigo aventándome contra las paredes, la cama o lo que sea que se atravesara en el camino…

Cada que despertaba me preguntaba si en verdad habían pasado los años, ya no estaba segura si todo lo que viví en Marruecos fue real, no sabía si Sharif era producto de mi imaginación y aquel hombre solo lo vi una vez, quizá en alguna salida con Ali o qué se yo, pero me aferraba a la idea como si solo dos dedos se sostuvieran del borde a lo alto de un edificio de veinte pisos.

Los últimos dos días Ramiro no estuvo en casa, dijo que debía viajar por trabajo, pero que igual no me confiara ya que dejaría a sus hombres para asegurarse de que no escaparía, dejó medicación, comida y ordenó que limpiara todo el desastre que había provocado día a día. Apenas pude moverme, apenas pude limpiar, apenas podía respirar… o vivir…

Me encontraba en el balcón derramando una vez más mis lágrimas en silencio en lo que atendía mis heridas, recordaba las voces de Ahmed y Amal cuando me consolaron antes que todo mi calvario diera inicio y en ellas encontraba paz. La puerta se abrió abruptamente, no tenía que voltearme para saber de quién se trataba, pero mi sorpresa fue grande (aun cuando no lo demostré) al ver a una mujer junto a Ramiro, ella me analizaba de pies a cabeza como diciendo con la mirada lo insignificante que era en su vida… era la misma mirada que vi por años en mi madre.

—Espero que no golpearas su vientre o puedes olvidarte de toda idea de tener hijos —advirtió a Ramiro.

—No soy un imbécil y tampoco es para tanto —contestó déspota.

Ella estaba aliada con él, pero extrañamente comenzó a examinarme, no pregunté ni hice nada excepto dejar que me revisara al punto de llegar a desnudarme en plena sala con él a la vista, quien tomaba muy tranquilo una cerveza. Según ella, me inyectaría un desinflamante y un analgésico, también me entregó una pomada la cual debía aplicar tres veces al día en las heridas y dijo que la otra semana vendría para hacerme una revisión, necesitaban saber si ya estaba embarazada.

—¿Por qué buscas un hijo conmigo? ¿No sería peor para ti? —pregunté una vez se fue la mujer.

—Ese no es tu problema.

—Ramiro —lo llamé antes que se marchara. —te dejé hacer mucho conmigo en estos días, al menos permíteme ir a casa de mis padres —se encaminó queriendo intimidarme, pero no me moví.

—¿Quieres negociar?

—Sí, antes cuando me comportaba y hacía lo que me decías me permitías muchas cosas, ¿por qué no hacerlo otra vez?

—Porque no confío en ti, pero si te sigues portando bien quizás te deje ir con ellos.

En ese instante sonó el teléfono, él atendió saliendo al balcón y al cabo de unos minutos regresó un poco fastidiado.

—Parece que hoy es tu día de suerte, Rosario llamó diciendo que quería vernos, comenzaremos los preparativos de la boda en dos días —tomó con fuerza mis mejillas lastimándome. —Por fin ha llegado la hora, disculpa la demora “mi amor”, pero necesitaba asegurar algunos trámites primero —plantó un beso con fuerza lastimando la herida en mis labios.

—¿De verdad estás dispuesto a todo esto? —pregunté confundida.

—Claro que sí, nos casaremos, tendremos muchos hijos y te daré todo lo que te mereces.

Una vida llena de miseria…

(…)

Hoy en la mañana volví a respirar un poco de aire fresco, Ramiro no me golpeó desde que vino esa mujer, pero sí seguía tocándome varias veces, mismas en las que no volví a defenderme y simplemente lo dejé hacer conmigo a su antojo mientras veía la ventana con las cortinas meciéndose por el viento.

Creí que de nuevo iríamos a otra cena, pero en vez de eso fue un desayuno el que nos esperaba en casa de mis padres, nos saludamos igual que siempre, aunque fingía un poco más de felicidad al verlos para ganarme unos puntos extras con Ramiro, debía hacerlo si quería encontrar una forma de salir cuanto antes. Todo transcurrió normal, permanecí callada mientras comía en lo que ellos hablaban felices de la vida, entonces tocaron la puerta y por primera vez vi un pequeñísimo rayo de esperanza.

—¡Lucecilla!

Creo que en las semanas que llevo en Barcelona no me había levantado de la mesa tan emocionada por ver a alguien, pero ella lo valía todo, saber que la mamá de Ali estaba aquí podría ser de gran ayuda para mí.

—¡Señora Paz! —la abracé fuerte sin importarme el dolor.

—¿Cómo has estado? Tú mamá me dijo que volviste hace poco de viaje con Ramiro, ¿por fin pudiste terminar tus estudios en Madrid?

No sé qué le dijeron con exactitud, pero era mejor seguir el hilo.

—Sí señora, fui la mejor como siempre entre mis compañeros.

Si no la conociera, diría que creyó mi mentira, pero algo me decía que Paz sabía más de lo que aparentaba y lo único que necesitaba era una oportunidad para estar a solas con ella.

Volvimos al comedor donde estuve respondiendo todas sus preguntas, mi padre nos veía feliz al saber que por primera vez me encontraba más cercana a alguien, de los otros dos no quise saber al imaginarme la cara que tendría y lo que pasaría por sus mentes.

—Lucecilla, Rosario me dijo que comenzarían los preparativos de la boda, no imaginas lo feliz que estuve al saber que al fin llegará el día donde podré confeccionarte junto a ella tu vestido.

—¿De verdad? —no pude ocultar mi felicidad, pero no por el vestido, sino porque eso implicaría tener tiempo y espacios lejos de Ramiro.

Paz siempre quiso hacer los vestidos de matrimonio de Ali y mío, era su sueño vernos en el altar con un regalo tan hermoso y significativo para ella y ese era justo el pase que necesitaba.

—Así es, pero le dije que Ramiro quería comprarte un vestido que vieron en Madrid —intervino mi madre.

—Es una gran idea, pero el hecho de que lo confeccione Paz significaría más para mí, especialmente porque voy a casarme una vez en la vida ¿No es así, mi amor? —pregunté a Ramiro cual novia enamorada.

—No veo por qué te casarías con alguien más cuando tienes todo conmigo.

—Yo tampoco encuentro motivos, así como tampoco veo motivos para comprar uno cuando Paz es excelente diseñadora y a ella la considero como otra madre.

—Sí, pero yo no tendré tiempo de confeccionar nada porque estoy ocupada trabajando y no quiero dejarle todo el trabajo a Paz.

—Comprendo mamá, pero eso no quiere decir que yo no pueda ayudarla en lo que necesite ¿No lo crees, papá? —él asintió feliz. —¿Recuerdas que Ali y yo preparábamos todo para ella cuando hacía nuestros disfraces de la escuela o los de Halloween?

—¿Cómo olvidarlo? —su risa fue genuina. —A veces hacían desastres con la pedrería dejando todo el suelo lleno de perlas de colores, hasta las lámparas terminaban vestidas cuando dejaban las telas regadas por la casa —reímos a más no poder, en verdad lo hacía con el corazón al recordar esos días con mi hermano…

Ali, espero verte pronto, espero que no me odies y me perdones por lo que hice…

—Sí, era muy divertido, por eso me encantaría que Paz hiciera mi vestido. Por favor amor, no hay nada que pudiera hacerme más feliz —supliqué a Ramiro.

Él sabía que yo tramaba algo por la forma en que me veía, pero al lograr arrinconarlo sabía que no podría oponerse tan fácilmente y su falsa sonrisa fue la prueba.

—Lo que sea con tal de hacerte feliz, solo es cuestión de que me digan el presupuesto para comprar las cosas.

—Tranquilo, por ahora tengo que hablar con Luz para saber qué diseño le gustaría, tomar medidas, ver telas… de hecho, ¿por qué no te quedas el fin de semana, Luz? Así podríamos ir a cotizar todo juntas y adelantaremos trabajo.

—Bueno… yo… —no supe qué responder, pero miré a Ramiro esperando su permiso a la vez que lo veía con esperanza.

—Sí, ¿por qué no? Quizá sea lo mejor considerando que la boda será en dos semanas.

¿Dos semanas…? Maldición, tengo solo ese tiempo para escaparme y planear algo para asegurar a mis padres, pero si Ramiro quiere que sea la esposa ideal, entonces le daré lo que quiere con tal de tener tiempo libre con Paz, ella es el único vínculo que tengo con Ali y si logro contactar con él, entonces podré hablar con Bayek y terminaré por fin este calvario.

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