Cuarenta y ocho.

Ignacio, al ver que, como pocas veces, Salomé no estaba prestándole atención, accedió hacerlo, entró a la habitación, justo cuando Violet salía de la ducha.

—Lo siento Ignacio, parece que la cena le sentó mal y me ha vomitado, ya estaba lista, pero…

Se acercó y la silenció con un beso. El cual ella respondió rodeándolo con sus brazos y profundizando el beso.

—Me encanta como huele Violet —rozó su brazo con los pulpejos de sus dedos, consiguiendo que se erizara—. Qué hermosa.

Se acercaron de nuevo, se besaron, él soltó el lazo de su bata y tragó grueso al ver sus curvas, y aunque las había visto en fotos, las veía mucho mejor.

Al ver su reacción, Violet se encogió de hombros, él se acercó y le dejó un beso en el cuello, para después susurrar que la deseaba, mientras se pegaba más a ella para que sintiera lo duro que se estaba poniendo, al verla en aquella bata que marcaba su definida figura.

El móvil de Ignacio sonó y estos se apartaron, antes de responder, él le dio el detalle, quiso
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