8. El Sr. Brown no es para mi

Steve estaba sumamente agotado y con hambre.

La verdad era que podía pedir comida para llevar en la oficina, pero ya se quería regresar a su casa y pasaría por la cocina, como otras veces, a picar lo primero que viera frío en la nevera.

Cuando abrió la puerta de entrada, un olor lo recibió.

El olor a comida caliente recién hecha, el olor a hogar.

Solo cuando su esposa estaba viva, lo esperaba hasta tarde y le tenía preparado algo ligero, para que él se fuera lleno a la cama.

No sabía que extrañaba tanto esta sensación, hasta que lo experimentó hoy ¿quién estaba en la cocina a esta hora?

Se quitó el saco, dejó el maletín de cuero con los documentos del trabajo sobre el sofá y caminó hacia la luz, aflojándose la corbata.

Antes de llegar, escuchó la voz de Jennifer, hablando con alguien.

— Entonces, es mejor que sigas así, mientras sepas cuál es tu lugar y no lo olvides, estaremos en paz, pero en el momento en que solo sospeche que andas de resbalosa, me vas a conocer de verdad.

— ¿Y c
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