32. Velada maravillosa

Su aliento acarició su espina dorsal cuando él apartó su melena rojiza y la miró desde su posición, todavía desnudo y apoyando el peso de su cuerpo sobre un codo.

— Tengo hambre y tú no cenaste nada hoy, pensé que podría preparar algo para los dos. ¿Qué te parece?

— Me… me parece bien — lo dijo sin complicarse, sin pensar, y es que así era ella cuando estaba con él, no pensaba con suficiente claridad.

El brasileño sonrió orgulloso y se incorporó. Besó su hombre desnudo como mero gesto fugaz y se colocó únicamente el pantalón.

— Puedes darte una ducha mientras yo me hago cargo de la cocina — le dijo ya de camino.

La pelirroja pasó el trago de su garganta y se puso de pie, nerviosa. Haría lo que le había pedido, quizás así conseguía aclararse un poco.

Minutos después, el vapor lo había empañado todo. El agua corría sobre su cuerpo y su piel se erizaba a medida que lo que imaginaba allí con ella. Tocándola y poseyéndola de la única forma que él sabía hacerlo. Su tacto era espectacular, a
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