Edmond White es un hombre serio y reservado, siempre solitario y heredero de una buena fortuna que trabaja como un empleado más. Su vida da un vuelco de 180 grados completamente inesperado, cuando se entera de que la única novia que tuvo en su vida ha muerto y le ha dejado a un niño pequeño a su cuidado, Anthony, que resulta ser su hijo, hijo que Edmond desconocía completamente que existía. Enfrentándose a una realidad siendo padre soltero y siendo al comienzo odiado por su hijo, Edmond conocerá a Belinda Gardener, una sencilla profesora de preescolar recién recibida que por azares del destino termina siendo la maestra del pequeño Anthony, y quien atenta a su pequeño alumno, terminará ganándose el afecto de su padre. ¿Surgirá el amor o la amargura de Edmond lo marchitará todo? En el duro camino de un padre soltero, puede que al final se mire la luz.
Leer másEdmond White era un hombre como pocos había, serio, un poco amargado y podrido en dinero, heredero de una fortuna considerable y que se desempeñaba como CEO en una compañía que recién comenzaba a dar sus primeros pasos de manera internacional. Solo había tenido una novia en toda su vida y aquella relación no había terminado de la mejor manera posible, quizás era porque los asuntos del corazón no se le daban bien o porque simplemente aquel tema poco o nada le interesaba.
Irónicamente, cuando Edmond llegó a trompicones del bar ese viernes por la noche, había un mensaje en el contestador de una tal Heather de Servicios Sociales. Decía algo de una carta certificada que le había enviado a Edmond, carta que él estaba seguro no haber recibido. Tan pronto borró el mensaje que no tenía intención de contestar, Edmond vacío su sobrecargado cajetín del correo y sacó tres papeles anaranjados distintos que estaban avisándole que tenía una carta certificada pendiente de recoger de la oficina de correos.
—A lo mejor un familiar rico te puso en otro testamento, no entiendo porque trabajas si tienes tanto dinero para no hacerlo el resto de tu vida — Ernest dijo el lunes siguiente cuando le contó el panorama. — Deberías comprobar esa m****a —
Aunque sonara muy prometedor, Edmond sabía que no tendría tanta suerte. Estaba convencido de que las cartas revelarían algún tipo de factura de impuestos sin pagar, o que alguien estaba usando su número de la seguridad social a sus espaladas, pero que él sería el responsable del gasto que hubiese creado.
—No. No tengo tiempo — Edmond insistió.
Así que dejó que el asunto se retrasará un día más.
Y después fueron dos días, que pasaron a ser una semana.
El viernes de la semana siguiente, una mujer vestida en un traje gris acero, entró en el edificio. Todos los ojos se giraron hacía ella, ya que era más que obvio que no era de la zona.
Edmond miro para ver a mujer, que iba muy bien vestida, de pie al lado de Jayden, el dueño, y el supervisor de aquel edificio.
—Esta mujer quiere hablar contigo — el supervisor le grito cuando se dio cuenta de que Edmond los había visto.
Edmond rápidamente se dirigió hacia ellos, ansioso por que todo el mundo dejara de mirarle. Le echo a Jayden una mirada inquisitoria, pero Jayden se encogió de hombros disimuladamente, ya que no tenía ninguna información que darle.
—¿Caballeros, hay algún lugar seguro donde el Sr. White y yo podamos hablar en privado? — pregunto la mujer.
—Claro, el es el CEO, tiene su propia oficina — ofreció el dueño de aquel edificio.
La mujer asintió antes de indicarle a Edmond que entrará con ella. Una vez a solas, cerró la puerta, echo la persiana, y después se giró para mirar a Edmond a la cara.
—Bueno, Sr. White, es usted alguien difícil de localizar — ella sonrió y extendió su mano hacía él. —Soy Heather Daily del Departamento de Servicios Sociales. ¿Ha recibido mis llamadas?, ¿cartas? —
—Si, pero con el trabajo no he tenido tiempo de revisar nada, y cuando salgo de trabajar no me responde nadie cuando devuelvo la llamada — Edmond se disculpó.
—Para eso están descansos para comer, Sr. White — Heather sonrió.
Edmond se dio cuenta de la aspereza en la voz de la mujer. Le puso nervioso e inmediatamente ansioso.
En lugar de continuar con una discusión, Heather puso una carpeta sobre la mesa y sacó una foto.
—¿Reconoce a la mujer de la foto, Sr. White? — preguntó.
Edmond entrecerró los ojos ante la cara familiar e inmediatamente supo quién era. —Si. Es una chica con la que fui al instituto. Su nombre es Amanda. Amanda…Stanley —
—¿Y se acuerda de la última vez que vio a la Señorita Stanley, Sr. White? —
La forma en la que continuaba diciendo su nombre comenzaba a molestarlo. —Sr. White— le hizo creer que ella le iba a poner unas esposas y llevárselo arrastras a prisión si la miraba mal.
Edmond dejo salir una fuerte bocanada de aire. —Vaya…han pasado algunos años. Por lo menos cinco, diría yo. Salimos un tiempo después del instituto, pero después ella se fue a Oregón con sus padres y yo me quedé aquí. ¿Por qué me pregunta por ella? —
En lugar de contestar, Heather sacó otra fotografía, esta vez, de un niño pequeño con ojos profundamente verdes y el pelo castaño claro, muy parecido a los de él.
—¿Qué me dice de esta foto? ¿Sabe quién es? —
Edmond miro al crío y enseguida vio el parecido con Amanda. Pero aparte del color de ojos, no había nada que pareciese atarle genéticamente a Edmond.
—Yo no tengo hijos — Edmond dijo instantáneamente.
—Bueno según su certificado de nacimiento que data del 26 de agosto de 2016, en Salem, Oregón, usted tiene un hijo, Anthony David Stanley, nacido el 4 de agosto de 2016 —
Edmond no pretendió no saber que Amanda se había quedado embarazada. Casi dos meses después de que hubieran roto, le llamó y le dijo que tenía un retraso. Tras decirle efusivamente que de ninguna manera iba a volver con ella, le pregunto qué quería hacer con “eso”. Entonces es cuando ella le dijo que no quería estar con un “tonto desmotivado, de clase baja, sin futuro” y que ella se haría cargo de eso, él nunca le hablo de su fortuna ni nada más, sabía que la mujer era una interesada. Tres días después, él le mando por correo 200 dólares y nunca más volvieron a hablar. Todo lo que Edmond sabía, es que ella se había hecho cargo del asunto, al menos era lo que él creía.
Ahora le estaba diciendo que —eso— había crecido para convertirse en —él— y que efectivamente se había hecho cargo de él en los últimos cinco años.
—¿Cómo sabe qué es mío? Amanda nunca menciono que tuviera un hijo. ¿Está segura de que está detrás del tío correcto? — Edmond preguntó.
—Por supuesto tendrá que hacerse un test de paternidad, Sr. White, pero no estoy aquí para celebrar una fiesta prenatal tardía. La razón por la que estoy involucrada es porque la señorita Stanley murió hace casi un mes. Como esta descrito en el certificado de nacimiento como pariente cercano, hemos intentado dejarle a su cargo, sujetos claro, al test de paternidad —
—¿Amanda…murió? — Edmond preguntó incrédulo. —¿Qué ocurrió? —
—Un accidente de tráfico. Ella y su madre volvían de una comida y se salieron de la calzada a la calzada contaría. —
—¿Su madre? —
—El único superviviente fue el conductor del otro vehículo. El niño no estaba en el coche en aquel momento—.
La actitud falta de compasión de Heather empezaba a molestar a Edmond. Hablaba de la vida de seres humanos como si fueran intrascendentes y sin importancia.
—¿Y dónde está el ahora? — preguntó Edmond, intentando que su mente se hiciera a la situación.
—En una casa de acogida. —
El corazón de Edmond se hundió con esa idea. —¿Y el padre de Amanda? ¿Por qué no está el niño con él? —
—El Sr. Stanley tiene casi setenta años. Su salud no le permite ese tipo de responsabilidad—.
Mientras Edmond se sentaba dándole vueltas a toda la situación, Heather sacó algo, que parecía pertenecer a un laboratorio, de su maletín.
—Ahora si está de acuerdo con hacer el test de paternidad, podemos terminar con esto rápidamente—
—Claro — Edmond se encogió de hombros.
Era increíble lo rápido que él estado podía solucionar las cosas cuando quería. Cuatro días después Edmond recibió una carta certificada informándole de que la probabilidad de paternidad del Sr. Edmond Anthony Masen White hacía Anthony David Stanley era del 99.99%.
Edmond White tenía un hijo.
Belinda lo miró entonces, sus ojos marrones fundiéndose en su verde, y se dio cuenta de que estaba clarísimo. El día que la dejó entrar en su mundo, esas garantías comenzaron a manifestarse.De repente, no podía esperar a pasar el ensayo, la cena y la ceremonia de mañana. No podía esperar para decirle, frente al mundo como lo conocían, que la amaba sin lugar a dudas.—¿Por qué estás tan sonriente?— Belinda susurró en el oído de Edmond unas horas más tarde mientras se sentaban en la mesa puesta en su patio trasero, rodeados de amigos y familiares. —Espera, déjame adivinar … ¿finalmente encontraste las notas para ese horrible brindis que Ernest está decidido a darnos y las tiraste por el retrete?——Ojalá—, se rió Edmond.—¡Chicos, lavad los platos sucios!— Ariana anunció mientras se levantaba y se alejaba de la mesa.En su anuncio, Ernest repentinamente tuvo un brote de diarrea y tuvo que permanecer tranquilo, Jayden tenía un millón y uno de cortes de papel que no le permitían sumergir
Anthony miró a Belinda con ojos tristes, y ella se veía tan confundida como él. La pregunta sin respuesta se ahogó en sus ojos.Si lo dijiste, ¿por qué estaba enojado conmigo?…Porque las mamás traen nuevos bebés… Edmond pudo ver el momento en queLa iluminación llegó a ella.—Eres mi Anthony—, dijo Belinda mientras acercaba a Anthony para abrazarlo. —Nadie podrá jamás reemplazarte.—Anthony le devolvió el abrazo, pero por la expresión del rostro de su hijo, Edmond se dio cuenta de que se necesitarían más que palabras y abrazos para convencerlo de que lo que había pensado que había escuchado no era cierto.Iba a tomar tiempo.Edmond soltó un suspiro de alivio cuando llegaron al día de la cena de ensayo sin mucha más dificultad.Comenzó como cualquier otro día. Los padres de Belinda llegaron por la mañana e inmediatamente colaboraron para ayudar con los detalles de último minuto. Ernest y algunos de sus amigos del trabajo aparecieron para construir las cuatro carpas emergentes que prot
La columna vertebral de Edmond se puso rígida ante lo que había dicho.—¿Qué le pasa a Anthony? ¿Dónde está?— Los ojos de Edmond se dirigieron a la sala de estar en busca de su hijo.—Lo mandé a su habitación—, resopló Belinda. —Ha sido realmente… difícil hoy—.—¿Qué ha hecho?——Bueno, veamos … comenzó esta mañana derramando intencionalmente su cereal en el suelo. Después de eso, procedió a correr por los cojines del sofá con sus zapatos puestos cuando específicamente le dije que no lo hiciera. Vació un tuvo de pasta de dientes en el fregadero y luego tapó dicho fregadero con papel higiénico. A la hora del almuerzo, pasó a los ataques personales y me dijo que era fea y gorda y que me odiaba.——¿Qué demonios?— Edmond se rascó la cabeza. —Esta cosa con su abuelo debe estar empezando a molestarle—.—Llámame loco, pero no creo que sea eso. Creo que soy yo—.—No eres tú. Él te adora—.—Dijo que no me quiere, Edmond,— los hombros de Belinda se hundieron. —Dijo que no quiere estar con nosotr
—Bueno, ¿y qué es eso que escuché sobre el nombre elegido para el bebé?— Camille preguntó mientras se movía para sentarse en el regazo de Ernest. Edmond notó que Belinda le lanzó una sonrisa de agradecimiento por cambiar de tema, y después de lo que Ernest acababa de compartir, se preguntó si el humor alegre de Camille tenía algo que ver con el collar que estaba tocando en ese momento, así como con el comentario de Ariana sobre su propia boda. Mientras lo meditaba, se dio cuenta de que Camille no le había estado dando sermones a Belinda por su boda como lo había estado haciendo Ariana durante tanto tiempo.—¡Oh, Baby Bodie!— Ariana se sentó y aplaudió.—¡Oye!— Jayden le dio una palmada en el trasero. —BJ—.—Si, eso. BJ,— Ariana asintió, pero el guiño que les lanzó a sus amigos no dejó ninguna duda sobre cómo se llamaría realmente el niño.La conversación se alivió cuando todos se sentaron a cenar, pero tan pronto como la comida terminó y Anthony siguió a Belinda a la casa con las otra
Lynnwood estaba experimentando un calor sin precedentes durante ese mes de mayo, y Edmond mientras estaba sentado en una silla gastada en el patio trasero de Ariana y Jayden, agradecía la fina camiseta blanca que llevaba para evitar el calor.Sus amigos habían organizado una barbacoa para el Día de los Caídos*, pero Belinda había dicho que Ariana solo estaba buscando una excusa para comer cerdo asado. Su embarazo estaba llegando a su fin y Edmond había notado últimamente que rara vez la veía sin comida en la boca.Belinda podría haber estado en lo cierto en cuanto a la motivación de Ariana para la comida al aire libre en el patio trasero, pero Edmond sospechaba que sus amigos se estaban deleitando de manera indiferente para celebrar su próxima boda; la ceremonia estaba ya solo a unas semanas de distancia, a pesar de que Belinda y él se habían casado oficialmente meses antes.Edmond habría pensado que él era el último hombre sobre la faz de la tierra que habría dicho que estaba de acue
—Estoy seguro de que a Anthony no le importaría que le hagamos compañía esta noche, ¿quieres, campeón? Podríamos acampar—, dijo Gerard.Anthony rio. —¡Está lloviendo!——¿Pero? ¿Nunca has acampado con tu padre en la sala de estar?—Anthony negó con la cabeza que no lo había hecho y luego miró a Edmond con curiosidad. —¿Puedo, papá? ¿Puedo acampar en la sala de estar con papá Gerard?—Edmond apretó su agarre alrededor de la cintura de Belinda. —¿Qué dices? ¿Quieres escaparte eta noche?—Los ojos de Belinda se deslizaron sobre la longitud de Edmond, desde su cabello despeinado a propósito, hasta sus anchos hombros, su torso delgado, abdominales apretados, muslos musculosos… era como si lo estuviera mirando sin el obstáculo de la ropa…—S-sí. Me gustaría—, dijo casi sin aliento.Edmond sonrió, como si supiera lo que estaba pensando, y Belinda se sintió algo mortificada al ver que su padre también parecía divertirse al verla con las mejillas sonrojadas.Caroline entró en el círculo íntimo
Último capítulo