Con el primer gemido que escapó de sus labios, Sheily tocó el cielo. No creyó que todavía quedara para ella un poquito de piedad considerando los pecados que llevaba a cuestas.
Se aferró a Zack, dejándose sacudir por sus embistes, que de tan desesperados se volvían frenéticos. Había rabia en su forma de cogerla, de aferrarla y verla. Los ojos le ardían, la odiaban y ella prefirió no mirarlos. Llegaron así al primer orgasmo, furioso y arrebatador. En aquellos gritos y gruñidos, Zack dejó ir todo lo que todavía lo amargaba, de una vez y para siempre.
Luego de eso, su mirada cambió y en sus ojos Sheily vio un anhelo sobrecogedor. Volvieron a besarse largo rato, respirando juntos, saboreándose y suspirando. A ella se le escaparon unas lágrimas, pero Zack no le dio tiempo de ponerse melancólica. La recorrió con los dedos, que entraban, salían y presionaban hasta hacerla soltar gemidos lastimeros, ansiosos de más.
Sheily lo acarició también, lo masturbó mientras con la otra mano le acarici