Era temprano, y Lana observaba por la ventana, de la habitación que el sol terminara de salir.
Callum, que lanza su brazo para abrazarla, se da cuenta de que la mujer no está a su lado. La busca por la habitación con la mirada, observándola de pie junto a la ventana.
—¿Pasa algo? ¿Te sientes mal? —Le pregunta, y se levanta preocupado, pues jamás la había visto despertarse tan temprano, por lo general ella siempre dormía como una roca a su lado.
—¿Eh? No… solo quería que no se me pasara la hora de tus medicinas. Sabes que duermo como una piedra a tu lado. —Se excusa, y espera sonar creíble, pues sabe lo perceptivo y desconfiado que puede ser su esposo.
—¡Ya veo! Pero a mí no me engañas. —Dice el hombre que abraza, por la espalda, a la mujer temblorosa. —¿Sigues preocupada, cierto?
—¿Eh?
—Te dije que me encargaré de quien quiera que sea que esté tratando de matarme. —Libera un suspiro pequeño al escucharlo, pues por un momento creyó que sospechaba de ella.
—¡Lo siento!