Esa noche, Lana, ni siquiera desempacó sus cosas, después de todo, su habitación sería otra. Se sentía inquieta, y algo incómoda. Era la primera vez que no dormiría en la casa de sus padres, y de cierta manera, aunque no extrañara a su padre, si le hacía falta su cama, y su habitación, ese pequeño espacio que siempre había sido su refugio personal. Toda la noche dio vueltas, sin poder conciliar el sueño, pues si no se sentía cómoda en esa hermosa habitación, ¿cómo haría el día de mañana, cuando tuviera que dormir en la misma cama que su esposo? Una pregunta que rondaba su mente, y a la que no podía dar una repuesta. Por otra parte, estaba el hecho de que Felipe la había engañado. Era inevitable que no llorara por aquel, que la abandonó después de haberle jurado amor eterno. … Al día siguiente, en efecto, fue trasladada a la habitación principal, donde su esposo ya estaba. Era un hermoso lugar, completamente ordenado, y con una decoración bastante sobria.
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