DESESPERADA

—No puedes… —Niega nerviosa mientras se abraza a sí misma con la sabana, y él siente pena.

—Lo siento, Lana. No quería preocuparte. Pero, ya no tienes que hacerlo. Me iré…

—¿En serio?

—¡Sí, mi vida! —Acaricia su rostro y luego la toma por la mano. —Si quieres ahora mismo. ¡Vámonos! Larguémonos de este lugar. No tienes que llevarte nada. Simplemente, di que vas a salir a comprar algo, y que quieres que yo te lleve. Será muy fácil, irnos.

—¿¡Qué!? —Se suelta de su agarre con brusquedad. Felipe, ya te dije que no me iré…

—Muy bien… —Se aleja enojado. —Entonces dime por qué no quieres dejar a ese hombre. —Levanta un poco la voz y Lana se asusta.

—Ya te dije. Las cosas no son las mismas. —Baja la mirada, porque no puede verlo a la cara. —A-Ahora yo... yo soy su mujer.

—¿Por qué? ¿Por qué te acostaste con él? Pues no me creo que ese maldito no te hubiera obligado. Te conozco, sé que no te entregarías a cualquiera amándome a mí.

—Felipe… Tienes que irte. Es muy peligros
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