—Rebeca, le pido con todo el respeto y por el bienestar de Lana que usted y su hijo se vayan ya mismo de mi casa. No son bienvenidos…
—¡Ja! ¡Te habías tardado! —responde Alfonso, que de inmediato se dirige hacia la puerta de la habitación.
—¿A dónde vas?
—A buscar a mi hermana, ¿no es obvio?
—Lo siento, pero ella no sale de aquí.
—¿Disculpa? ¿Quién te crees que eres? ¿Su dueño?
Chasquea los dedos, y entonces de inmediato aparecen sus hombres, cual mafioso.
—Por ahora sí. Ella necesita recuperarse y nadie la cuidará como yo. —Dice y sale de la habitación. —Ayúdenlos a salir, me preocupa que no recuerdo dónde queda la puerta de salida. —Es lo último que dice, y los hombres toman a Alfonso, a quien prácticamente lo sacan, arrastras de la casa, mientras Rebecca lo sigue.
--¿Por lo menos me puedo despedir de mi hija? --Pregunta la mujer, pero es totalmente ignorada.
Lana se da cuenta de lo sucedido a través de su ventana. Se siente adolorida, y muy cansada, quisiera