Clara cerró la puerta de su habitación y se apoyó contra ella, intentando calmar el martilleo de su corazón. Las palabras de James seguían resonando en su cabeza como campanas fúnebres: muertos que quizás no están tan muertos, investigadores privados, cuando la encuentren. Cada frase era una sentencia de muerte para la vida que había construido.
Necesitaba pensar, necesitaba planear. Pero primero tenía que asegurarse de que Sophia estuviera bien. La pequeña había estado inusualmente tensa durante toda la cena, sus ojos azules moviéndose entre los adultos como si pudiera sentir la tormenta que se aproximaba.
Clara se enderezó y caminó hacia la puerta que conectaba su habitación con la de Sophia. Tocó suavemente antes de entrar, pero no hubo respuesta. El silencio del otro lado era demasiado absoluto, demasiado denso.
—¿Sophia? —llamó, empujando la puerta.
La escena que encontró la detuvo en seco.
El espejo de cuerpo completo que estaba junto al armario de Sophia yacía destrozado en el s