King intentó reprimir la enloquecedora conmoción que lo envolvía en su abrazo, pero se sentía enloquecido, salvaje, demente. Todo el lugar estaba envuelto en oscuridad. Su corazón se disparaba y caía en picado al mismo tiempo.
Helena estaba embarazada.
Su corazón se partió con un repentino estallido de energía. Su rostro estaba casi ileso.
Helena estaba cargando a su bebé.
—¿No ha recuperado la consciencia? —Leo preguntó cuando notó que el rey estaba demasiado aturdido para decir algo más.
—Ella está descansando, ya puede entrar su majestad, yo iré a terminar unas pociones en las que estaba trabajando —dijo el viejo mago, se dio la vuelta y se fue en dirección contraria.
Leo se acercó al rey, que todavía estaba congelado en su lugar, y le dio una ligera palmada en el hombro.
—Felicidades —le susurró.
King Ares le dio una mirada aterrorizada y él asintió hacia la puerta.
—Vamos. Estoy seguro de que quieres verla —dijo Beta Leo y se alejó.
—Helena está embarazada —King murmuró en voz ba