40. Solo suposiciones
El consultorio del médico olía a desinfectante y café recién hecho. La mezcla de los aromas aumentó el malestar estomacal de Livia. Ella se sentó en la silla, con las manos entrelazadas sobre su regazo. Sus dedos estaban fríos y sentía la garganta áspera. No sabía si era por el vómito o un efecto secundario de la droga que le pusieron en la bebida.
—El médico no tarda en venir —avisó la enfermera. Livia no respondió, tenía el estómago revuelto y la punzada en la sien no la dejaba pensar.
—Gracias —respondió Garrett, sentándose en la silla junto a Livia. Él quería tomar su mano y asegurarle que todo estaría bien; sin embargo, no estaba seguro de que Livia apreciara el gesto.
Ya era mucho con que ella aceptara que la acompañara al doctor. No debía presionar las cosas entre ellos o solo rompería el delgado lazo que los mantenía unidos.
—¿Cómo te sientes, Liv? —preguntó con tono bajo.
—Como la mierda. Me duele la cabeza y tengo una lucha constante en mi estómago. ¿De