28. Falta de privacidad

Cuando ya estaba calmada y arreglada se había encaminado hacia la habitación de Lizzie y en ese lugar, junto a la Leila y Andrado charlando frente a la bebé, encontró a la pequeña princesa jugando con su oso de peluche.

Ni siquiera sabía cómo será capaz de controlar la mil y un mareas dentro de su pecho.

Leila había dicho que Lizzie esperaba por sus padres y no pudo negar que algo de felicidad se apoderó en su pecho al oír “sus padres” y que ya la consideraran como una figura materna para Lizzie, así que sonrió y explicó que sólo estaban haciendo unas cosas con un carraspeo. Luego Andrade y Leila salieron del cuarto después de decirle a Andrade que comerá más tarde y a Leila que ella se encargaría de la niña a partir de ese momento.

Y ahora a solas en el cuarto, durando algunos minutos, Lizzie se aferra a los brazos de Julieta sin dejar de soltar tampoco su peluche, y Julieta se pasea con Lizzie por todo el cuarto para dormirla.

—Julie —llama la niña.

—¿Sí, preciosa?

—Mi abuela me di
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