Julieta Peterson perdió a su familia y toda su fortuna en ese trágico accidente que la mantuvo alejada de la ciudad por años, quedando en la calle. Sin embargo, una oportunidad cambia totalmente su vida cuando una familia adinerada busca un vientre en alquiler para tener un hijo. Lo tomó y el contrato sólo pedía una cosa: NO DEBES LLAMARLA HIJA. Luego de años manteniendose oculta ha regresado al país para exigirle a su tía que le devuelva la herencia que le corresponde. Su tía sólo aceptará si tiene un hijo. —¡Lo tengo! Tengo un hijo. —¿Cómo que tienes un hijo? —Si, y es un niña y…¡También un esposo! ¡Necesita un esposo de mentira y debe tener una familia! —Sea mi esposo, señor McGrey. Román McGrey tiene su propio imperio hotelero en el centro del país, un magnate millonario, viudo, antipático, serio, odioso y padre de una hermosa niña de 2 años que para él, es lo único que le importa en este mundo. Ahora su hija está creciendo y nuevos trabajos y problemas personales lo mantienen día y noche lejos de la niña y no quiere a ninguna extraña mujer al lado de su hija. No obstante, también parece estar cautivado de manera que no logra comprender por Julieta Peterson. ¿Esos ojos verdes los hechizaron desde la primera vez que la vio? La pregunta es: ¿Acaso la conocía desde antes? —Con una condición aceptó que sea mi esposa. —¿Qué quiere? —Sea la madre de hija durante seis meses. Expresa Román McGrey sin saber que Julieta Peterson fue la mujer que prestó su vientre en alquiler y es la madre de su hija. .
Ler mais—¡Es una niña! ¡Y ya deja de preguntar! Firmaste un contrato donde decidiste prestar tu vientre para que otra familia tuviera un hijo y lo que estás haciendo va en contra de lo que se acordó. ¡Y por lo tanto irás presa por eso!
No puede permitirse decir otra cosa porque se ha quedado sin palabras. Y aunque sabe que pronto se la llevarán, y nunca más la volverá a ver, siente algo en su pecho que no puede explicar. Pero mientras la mujer se va alejando con el bebé en los brazos la persigue tomándose el vientre con dolor.Apenas minutos atrás ha dado a luz y sus piernas no han sido limpiadas y va dejando un chorro de sangre por el pasillo mientras no deja de perseguir a la mujer.—¡Me mintieron! —jadea ya sin aliento. Caminar es como si lo hiciera entre vidrios, incapaz de seguir pero conforme el llanto de esa pequeña bebé se oye por todo el pasillo continúa—, ¡Me prometieron que me dirían quienes serían los padres una vez la diera a luz! ¡Y ahora no sé a quién se la llevarán!—¿No te quedó suficiente con lo que te hemos dicho? —y la mujer se detuvo frente a ella para mirarla con represión—, lo único que tienes que saber es que los padres de ésta niña son multimillonarios y no es tu deber saber quienes son. Ya cumpliste tu trabajo, toma la otra mitad de tu dinero y vete.Se queda paralizada mientras con sus manos tocan su vientre adolorido. Y descalza siente ya las gotas de sangre y de fluidos que caen al suelo.Se desmayará en cualquier momento pero no puede permitirse que le sigan mintiendo.—¿¡Cómo sé que lo que dice no es mentira?! ¡¿Cómo sé si mi hija…?!—¡No es tu hija! —reclama la mujer sin dejarla continuar—. No es tu hija, que se te meta eso a la cabeza. ¡Si sigues insistiendo te mandaré a la cárcel por infringir las normas del contrato! ¿Entendiste bien? Marianne, llevatela lejos de aquí.—¡Dígame la verdad! ¡Dígame quiénes son los padres de la niña! —le pide otra vez mientras se zafa del agarre de la nueva enfermera para no detenerse—. ¡Si no me dice yo misma iré a denunciarlos por extorsión!—¿Cómo te atreves a amenazarme? —la mujer la observa con ojos hirviendo de ira—. Si dices otra palabra te saco de aquí de inmediato. Solamente nueve meses estarías aquí y ya que diste a luz, los padres de ésta niña no necesitan tu servicio. ¿Lo entiendes? Ahora largo y continúa con tu vida. Somos una empresa seria y legal y el hombre, el padre de ésta niña, pidió que no se dijera su nombre. Ni el de él ni el de su esposa-—No, no. ¡Me mentiste! ¡Nunca me dijiste eso! —sus labios están pálidos, la presión de su corazón está corriendo a mil por hora sintiendo cómo poco a poco se desvanece—, ¡Prometiste que me dirías sus nombres cuando la diera a luz!—Firmaste los papeles. Eso es todo, y ésta conversación se acabó. Marianne, guardias, lleven lejos a ésta mujer y que nunca más vuelva por aquí —se dirige la mujer hacia los guardias, luego baja la mirada para verla—, te estoy dando la oportunidad de seguir con tu vida porque todo lo que estás diciendo es prueba contundente para mandarte a la cárcel. Que te quede claro: ésta niña no es tu hija. Es hija de un matrimonio millonario que pidió un vientre en alquiler en anonimato para cuidar su imagen, y ya está, es todo lo que te diré —con una mano sostiene a la bebé que no ha parado de llorar y con su otra mano la apunta, con esa uña larga y roja, amenazante—, el contrato ya expiró. Así que largo, Julieta. Vete.Cae de rodillas mientras la enfermera nombrada Marianne grita de sobresalto porque sabe que ésta mujer salió de la habitación, sin fuerzas, sin esperar a ser sedada y descansar justo detrás de la directora de la clínica, y ahora su colapso es inevitable.—¡Eres una mentirosa, Bianca! —y Julieta grita en llanto—. Eso no fue lo que acordamos, ¡Me engañaste! Lo único que pedía era saber los nombres de quienes serían los padres de esa niña y juraste que me lo dirías cuando diera a luz. ¡Marianne es testigo de eso! ¡Y ahora te llevas a la niña sin decirme a quién se la entregarás! ¡¿Pretendes que te deje ir sin saber con quién irá esa bebé?!—Sigo órdenes-—¿Órdenes de quién?Bianca se queda un momento en silencio pero vuelve a observarla con el mismo resentimiento que antes.—El contrato finalizó —vuelve a irrumpir con voz severa—, ¡Largo!Julieta, anonadada, sintiéndose culpable y asustada, se da cuenta que todo lo que Bianca le había dicho era mentira. ¡Y si había aceptado el contrato fue precisamente por saber quiénes serían los padres de la niña! Bianca le oculta algo. El cambio repentino para no decirle la verdad de seguro se debe a algo.—Julieta, es hora de irnos-—¡Bianca no te lleves a la niña sin que antes sepa quien es el padre! ¡Dime al menos quién es el padre! —Marienne trata de alzar a Julieta del suelo a duras penas porque Julieta se remueve con vigor, sollozando y llorando hacia la mujer que ya se da la vuelta—. Me engañaste, Bianca. ¡Confíe en ti!Y ya no hay nada que pueda hacer porque dos hombres fornidos toman el puesto de Marienne para alejarla de Bianca. Pero Julieta no se detiene. Pese al dolor de haber salido apenas de un parto, sigue gritando.—¡¿Por qué me mentiste?! ¡¿Por qué lo hiciste?! —el torrente de lágrimas sale ya de los ojos de Julieta enloquecidamente en el dolor—. ¡Bianca! ¡Me dijiste mentiras!—¡Julieta cálmate! —expresa Marianne.—¡Llevénsela! —exclama Bianca dandole a la recién nacida bebé a otra enfermera—, y asegúrense de que no vuelva jamás por aquí.La sensación de ser partida en dos se acumula en su vientre, en las piernas que parece sentir que se las arrancan sin piedad y en la debilidad infernal más dolorosa que ha sentido jamás. Lucha entre mantenerse fuerte y alejarse de los guardias para ir detrás de Bianca, en vano.—¡Bianca! ¡Dime los nombres! ¡Dime los nombres…! ¡Dime el nombre del padre!El grito desgarrador que sale de sus cuerdas vocales llama la atención de las demás personas en la clínica y Marianne debe detener esto.Finalmente Julieta se encuentra con lo peor.Bianca se ha marchado. El miedo la ahoca, la corta en dos como un hacha directo a su vientre,—No —murmuró horrorizada—. ¡No! ¡Bianca, la niña! Marianne, se lleva…¡Se lleva a la niña! ¡La n-niña!—¡Julieta tienes que calmarte! —Marianne logra perseguirla cuando los guardias la dejan fuera de la clínica—. ¡Súbete a mi carro! Nos vamos de aquí, no vas a estar más aquí.Marianne comienza a conducir el auto por las calles de la ciudad, apretando el volante y sintiendose incapaz de mantener sin temblar.—No lo entiendes, Bianca me engañó. ¿¡A dónde se llevan a la niña?!—¡Julieta! —grita Marianne mientras toma el rostro de Julieta echa un completo desastre—, te estás desangrando y si no te atiendo será peor para ti. ¡Acabas de dar a luz y casi mueres!—¡No me importa! ¡Quiero saber quiénes son los padres!—¡No puedes saberlo! —Marianne le vuelve a gritar, y Julieta abre los ojos en par en par cuando la oye, jadeando por el dolor, por el cansancio. Una tanda de tormento arrasa todo su pensamiento—, No puedes saberlo.—¿Por qué…? —Julieta se balancea entre el pensamiento de estar aquí o estar cerca de la muerte—, ¿Por qué no puedo saber? ¿Qué es lo que sabes?Marianne niega con la cabeza.—Nos dijeron que no te dijeramos nada. ¡Nada! El padre, el hombre que puso su esperma, ese hombre dijo que no quería que te dijeramos nada.—¿Quién es ese hombre? —la rabia incrementa con cada palabra que Marianne deja salir.—No lo sé. No sé quién es tampoco, sólo recibíamos órdenes de una mujer…—¿¡Cuál mujer?! —Julieta grita desesperada.—Lauren —balbucea Marianne, y sabe muy bien que ahora su vida está peligro porque le advirtieron que por nada del mundo debía mencionar ese nombre—, sólo ese nombre: sólo Lauren.Julieta nunca ha oído ese nombre antes. ¿Qué tiene que ver con la pequeña que acaba de dar a luz? ¿De quién se trata? ¿Qué es lo que sucede y por qué su vida ha dado un giro inesperado en tan sólo unos minutos?—¿Qué…?Y la voz de Julieta queda en el olvido.Marianne ha pegado un grito se sobresalto cuando un camión vino desde la izquierda de Julieta y ha hecho, inesperadamente, lo inevitable.El carro donde venían quedó destrozado por completo. La oscuridad sumergió.~~~~~~~~~~~~~—¿Qué fue lo que hiciste? —la voz de la señora retumba en la oficina color rojo que tiene vista a la capital de país—. ¿Qué fue lo que hiciste? ¿¡La dejaste ir así sin más?!Y a la persona que reclama es la misma mujer que ha dejado la clínica y ha volado ocho horas hacia la capital del país con una bebé entre sus brazos para hacer la entrega.—Sospechó de todo porque yo le había dicho que le diría el nombre de quienes serían los padres de la niña —se mantiene recta y firme aunque trata de no balbucear—. estoy segura de que no hablará, ni dirá nada.—Necesito ver su cuerpo o saber exactamente que está en otro país y no buscará a la niña. Mi hija está lo bastante contenta de convertirse en mamá, y también su esposo. Lo que ha pasado quedará en el olvido y más te vale —la apunta con el abanico—, que esa mujer no vuelve a aparecer más nunca. Esa niña —luego observa a la bebé—, es mi nieta y ahora…una McGrey. Más te vale, Bianca. Más te vale…—Se lo prometo, señora. Le juro que-—¡No me jures nada! Si yo vuelvo a ver a Julieta Peterson en ésta ciudad yo misma la materé con mis propias manos porque debió haber muerto con sus padres. ¡Y ahora resulta que es la madre de ésta niña! Más te vale que no vuelva aparecer nunca en la vida —y la señora, de cincuenta años de edad, se levanta de su silla—, ahora es momento de presentar a la bebé y darle la noticia a mi hija y a mi nuero.Bianca traga saliva cuando ve a la señora encaminarse a la niña. Irradia elegancia, y finura. Es demasiado rica como para comprar una ciudad pequeña. Y sostiene a la niña que sigue llorando, pero le sonríe.—Ahora sí mi hija tendrá el apellido McGrey y se hará rica…ahora sí nuestras fortunas crecerán y pese a estar enferma, nuestro apellido será aún más rico —y ve a la niña con una sonrisa.Lauren Campbell observa a Bianca con una sombría sonrisa. Bianca traga saliva de golpe.—Y Román McGrey le dará toda su fortuna a ésta pequeña y nunca se enterará de la verdad. Él tampoco sabe quién es la madre en alquiler y espero que así sea. Nunca se enterará de la verdad, de que ésta niña es nieta de Marcus Peterson, el hombre que más odia en todo el mundo. A Julieta Peterson hay que borrarla de la faz de la tierra, y jamás volverá aparecer en esta vida.Bianca asiente.—Como ordene, señora…Las montañas de Laponia en Finlandia son espectaculares. La laponia finlandesa es un lugar lleno de magia, sacado de un cuento, que casi es imposible de creer que existe.Sus montañas de nieves están sujetas a esa escarcha blanca que encanta y hace reír a Lizzie, quien juega en ellas junto a Julieta. Ambas en chaqueta y gorros, listas para esquiar y pasar un hermoso tiempo juntas. Sólo las dos.Román sigue dentro del hotel dónde se hospedan, muy cerca del centro de ésta ciudad, recibiendo llamadas de la empresa de los McGrey.Tienen dos días que llegaron, y Lizzie cree que están cerca de la casa de Santa Claus. Julieta la llevará a la villa de Santa Claus, a donde quiere ir con muchas ansias. La nieve está en los cabellos rubios de su pequeña, quien lanza bolas de nieves. La persigue por la nieve para tomarla en brazos, riendo las dos juntas y creando éstas memorias que perduraran para toda la vida. Su hermosa hija es el ángel más bello de éste mundo, y es ella quien la hace olvidar
La presencia de Marcus Peterson invalidó cualquier prueba de Rebecca y de Lauren. No sólo sirvió como testigo, sino que dos miembros de Zeta Trial admitieron en audio voces la realidad de Lauren Campbell y cómo había ordenado el accidente de la familia Peterson, teniendo como prueba llamadas grabadas donde se escuchaba el acuerdo entre ella y Rebecca.Se supo que Lauren había obtenido sus ganancias de una forma no legal, y que Rebecca la había ayudado hacerlo, por lo que ambas tenían un trato y Rebecca, aprovechando sus malas jugadas dentro de la empresa le exigió a Lauren que eliminara a Marcus porque éste se había dado cuenta de lo que estaba haciendo. Ambas creyeron que Julieta y Marcus habían muerto. Pero por obras del destino Bianca encontró a Julieta. Y una vez Lauren supo quién era la madre subrogada, intentó por todos los medios eliminar a Julieta ya que representaba una gran amenaza si ésta volvía a Estados Unidos, por esa razón no dio la información real de la madre en alqu
No sabía que observar el rostro petrificado de Lauren le daría tanta sastifacción, viendo como se gira para encontrarse al dueño de aquella voz que no titubea, la observa con desprecio y no deja de apuntarla. —¡Román! —Lauren se queda sin aire—, Román, querido. —Aléjate —Román mueve la pistola. A este punto Julieta conoce muy bien y como es un hombre sereno y calculador, está claro que no desistirá en apuntarla—, he dicho que te alejes. —¡Papi! —la voz de Lizzie se une en este templado momento, tan lleno de tensión que a ambos padres tiene encendido el instinto de protección. Lizzie se acerca a la ventana cuando se da cuenta que Román está a su lado—, Papi —vuelve a llamar Lizzie y sus ojos están cerca del llanto. Román no deja de apuntar a Lauren y la ventaja ahora es que el terror la dejo inválida, por lo que la escopeta la tiró al suelo y Julieta aprovecha tirarla lejos de ella. Román se acerca hacia Lizzie, y su hija alza los brazos para que la sostenga. Lo cual hace al instan
El mundo se ha detenido sólo para Rebecca. Al contrario de lo que pensó, Julieta se vuelve a poner de pie sin dejar de tomar a Lizzie. —¿Estás bien, mi amor? Sólo estamos esperando a papá y nos iremos lejos de éste lugar, ¿De acuerdo? ¿Crees en mami? Lizzie mueve su cabeza. Sus mejillas regordetas están sonrojadas, y en definitiva es por el susto que su niña está sintiendo. Procura no mostrar el arma así que trata todo lo posible por ocultarla detrás de su espalda para cargarla con una sola mano. —Ven, pequeña. Julieta observa que su padre está lo bastante cerca de Rebecca, y escucha bien lo que Marcus está diciéndole. Impresionada está de que su padre este aquí, y con su aparición, Rebecca no tiene ninguna otra salida. ¿Con qué invalidaría a la única persona que puede mandarla a la quiebra y hundir cualquier plan que había armado? —Así que terminaste haciendo todo esto por simple ambición —Mauricio toma la primera palabra—, siempre fuiste tú y cuando me enteré, hiciste ésta bar
CNo es eso lo que le cubre su atención, sino lo que sigue después. Lizzie aprovecha la distracción de Rebecca para saltar del mueble y correr hacia Julieta.—¡Mami! —Lizzie toma sus piernas mientras Julieta observa a Lauren. Pero una vez siente a Lizzie debajo suyo, abrazándola, su corazón se quiebra en dos—, mamá…Julieta jadea arrodillándose rapidamente, tomando entre sus brazos a éste ángel precioso que la abraza por el cuello. Es por esto que sigue aquí, es por ella que sigue aquí y nadie más. Su sola presencia y sostener el pequeño cuerpo y frágil de su niña lo es todo. —Pequeña —Julieta sigue abrazándola, completamente embelesada—, aquí estoy. Todo está bien, aquí estoy.—¡Lizzie! —reprocha Lauren una vez que observa a la niña sin despegarse un sólo momento de Julieta—, ven aquí, ven conmigo.—Yo quiero estar con mi mami —responde Lizzie sin soltar a Julieta. Y tampoco Julieta la suelta. Se pone de pie y con su hija ahora entre sus brazos, la fiereza encontrada en sus ojos in
Mientras su cuerpo se sumerge en el miedo que provoca estar en el territorio enemigo, Julieta recuerda estos pasillos y ésta casa vividamente. Cada paso que controla apenas se escucha, y no deja ni un momento los ojos de Rebecca, llevando a su hija entre sus brazos…Dios.Cómo quiere meterle un tiro en la cabeza aquí y ahora. ¿Cómo pueden ser tan cínica? —Detente —Julieta escupe de una vez—, Para, ¡Detente!Rebecca llega al salón, dejando a Lizzie en el suelo pero sin soltar su mano. La pequeña no aparta la mirada de Julieta y experimenta como el ardor de la rabia tapa su juicio, llevándola bastante lejos para que no piense con claridad. —Quiero a mi hija —Julieta habla con severidad—, entregáme a la niña, por favor. La quiero conmigo. Rebecca.—Sientate, Julieta. Necesitamos hablar —Rebecca empieza a servirse el vino, sin soltar la mano de Lizzie.—Demonios —Julieta maldice entre dientes, desesperada por mirar a Lizzie tan cerca pero a la vez tan lejos. No puede arriesgarse en acer
Último capítulo