—¿Dónde está Montserrat? —preguntó con su voz grave y autoritaria a su empleado.
Alicia, que avanzaba con decisión hacia el interior de la casa, se detuvo por un instante.
No sabía por qué, pero aquel cuestionamiento le generó una molestia inesperada.
Respiró hondo y se obligó a seguir caminando.