Capítulo 237
El atardecer tiñó de dorado las paredes de la habitación. Alicia ya podía sentarse en el sofá junto a la ventana, con una manta cubriéndole las piernas y el cabello suelto cayéndole sobre los hombros. Aún lucía frágil, pero en sus ojos había una luz nueva: la de una madre enamorada de su nueva vida.
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