Las cartas del juego

El ambiente olía a la muerte esparciéndose por todas partes. En la mansión ahora había un brutal asesinato. Pronto, las cosas serían un caos. George estaba muerto en su propio sofá, a pesar de que había sido custodiado por muchos soldados. Ninguno de ellos había podido detener a Luvioc.

—Está muerto, maldita sea, que asco. —dijo Harry. —Aseguró que las armas los podían detener como simples personas.

—Sí, tal parece que Sebastian tenía algo de razón. —murmuró otro allí, que comenzaba a mostrarse en desacuerdo con lo sucedido en la votación.

—No es así, con más razón entonces deberemos actuar. Sebastian ayudará a esos lobos a derrotar a esa gente ¿No? Esos cazadores de los que hablaba. —Harry trataba de pensar. —Daremos un mensaje, tal como lo hacemos cuando otro mafioso nos desafía, cuando cualquiera se atreve a desafiarnos.

—¿Qué haremos?

—Iremos a atacar con todo. —sonrió Harry, con malicia. —A todos ellos los enterraremos en lo que llamaron bosque del infierno. Allí irán, allí los e
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