CAPÍTULO 28.
EMMA.
Veo cruzar la puerta a Eliot con el traje que ha llevado al cementerio y tiene una pinta horrible con el sudor y el traje arrugado.
Le echo un vistazo a Elizabeth quién ha relajado los hombros y vuelve a tener los ojos humedecidos por el llanto.
—Dios, Elizabeth ¿Por qué no me dijiste que este año era el último y que desde niña te postulas como esposa?—pregunta Eliot, entre enojado y confundido.
—¡Por qué era un secreto!¡Un secreto que nadie debía saber y ahora hasta este idiota lo sabe!—me grita Elizabeth, volviendo a su papel.
Supe siempre que ninguna de sus palabras era cierta. Sé que todo marchaba tal cual el plan.
—¡Diles que estamos en época de sequia y que ninguna pareja se ha casado, eso te va a permitir no salir de aquí hasta que consigas marido!—intento hacerle entrar en