Mas, si algo le habían demostrado estas semanas de contacto era que, además, era un hombre sensible escondido detrás de paredes altas probablemente levantadas por una infancia de sentirse poco querido. ¡Cuánto mal les hacían algunos progenitores a sus hijos!
Esto no quitaba que era un depredador, un seductor nato que tendía sus redes para que las mujeres cayeran en su embrujo. Ella se sentía en un falso equilibrio con él: una de sus piernas apoyada en la solidez de su formación, su racionalidad y el deseo de no caer en relaciones vacías. El otro pie se adelantaba peligrosamente al vacío, impulsado por esa atracción que eran los ojos y el físico de su paciente.
Un falso equilibrio que ella no quería perder. Caer al vacío no era una opción agradable. Más que por el proceso, que probablemente sería satisfactorio, por el final. No había uno feliz para ella con Aidan. Él tenía una vida lejos, una novia, un mundo en el que ella no cabía.
Aidan se acercó al borde de la piscina y volvió a mir