— Mi hermoso bebé, hasta que te dignas a visitarme — la madre de Itzam lo tomó por las mejillas y comenzó a besarle todo el rostro.
— Mamá, por favor, ya no soy un bebé, ¿quieres controlarte? — la reprendió su hijo.
— Siempre serás mi pequeñito — Itzam rodó los ojos — ¿Qué es eso que ha sido más importante que yo, como para que me dejes abandonada? — reclamó su madre.
— Tenía que poner todo en orden en la empresa — respondió él con serenidad.
— Tu padre era un hombre ordenado — replicó ella.
— No digo que no lo fuera, aun así, no deja de ser un golpe que genera desequilibrio, madre — explicó él con calma.
— Primero es la familia, querido; tu padre lo tenía muy claro y espero que tú