Sibel parpadeó varias veces para darse cuenta de que el lugar aún estaba oscuro.
Las velas estaban apagadas, y solo había una luz muy tenue en una esquina de la suite, que daba como a una calefacción eléctrica. Ella no se movió mucho, pero si giró su rostro hacia Iván, que permanecía dormido a su lado.
Debían ser las cinco de la mañana, tal vez, ni siquiera sabía cuántas veces este hombre la tuvo en sus brazos haciéndola suya, y cuantas veces perdió la conciencia y el juicio de su realidad.
Lo único que podía recordar e hizo que reprimiera sus ojos antes la vergüenza, fueron sus sonidos en su mente, y de cómo se entregó a este hombre, una y otra vez hasta que la dejó sin aliento.
Apretó sus muslos contra sí, y luego se quedó mirando el rostro dormido de Iván. Todo su cuerpo estaba desnudo, apenas cubierto por una sábana que tenía enredada en sus piernas.
“Nunca vas a sacarme de ti”
Su pulso se aceleró de nuevo mientras su vientre se contrajo.
No tenía idea de qué iba a hacer cua