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El bullicio en la casa continuaba. Me encontraba encerrada en la oficina de Samuel con la señora Adelaida y Amelia. Todos los sirvientes corrían de un lado a otro, ya que Erick había intentado escaparse, pero gracias a Dios lo habían atrapado. Él seguía gritando cosas en el jardín.

— Pronto vendrá la guardia y se lo llevará — me tranquilizó Adelaida. Aunque sus palabras intentaban calmar mis nervios, yo no estaba tranquila. Quería saber dónde estaba Samuel.

— ¿Ya enviaron a buscarlo? — pregunté. La señora Adelaida asintió con la cabeza. La puerta de la oficina se abrió, y entró uno de los sirvientes.

— Han traído al Duque — nos informó. Salí rápidamente de la oficina, y entonces me desmoroné. Caí al suelo y empecé a gritar y llorar. Samuel yacía tendido en el suelo, en un charco de sangre. Me arrastré hacia él y comencé a acariciar su rostro pálido.

— No me dejes, por favor — le supliqué. Adelaida y Amelia me apartaron del cuerpo de Samuel.

— Ya el doctor está en camino — me dijo Amel
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