- Mucho gusto…–Guardé silencio esperando que dijera su nombre.
- Retírese por favor –pidió amablemente su madre.
- Mamá –susurró Vanesa–. Al menos permítannos ingresar a la sala y ahí hablaremos.
- Este hombre no pisará nuestra casa –replicó su padre–. Váyase en este mismo instante o tendré que…
- ¡Papá! –Suplicó mi niña–. Es por él que pudimos pagar las deudas, Mr. Stevens fue muy amable conmigo y me ayudó en diversas ocasiones.
- ¿Qué te pidió a cambio? –Inquirió su madre, quien era una mujer muy linda.
- Nada…–Se miraron unos a otros. El frío se tornaba cada vez más insoportable–. Ustedes me enseñaron que no se debe juzgar a las personas por su apariencia, ni por lo que dice el resto. Les ruego, escúchenlo y demuéstrennos a Dalia y a mí que ponen en práctica sus consejos.
Rechinaron los dientes unos instantes.
Tenían miedo de abrirle las puertas de su humilde hogar a un depredador; pero este lobo se había vuelto vegetariano y no pensaba devorar a ningún miembro de ese pacífico reba