A medida que avanzaba en la lectura no podía creer lo que estaba leyendo. Cuando tocó el timbre aún seguía compenetrada en la lectura, a tal punto que cuando escuché que me hablaban de cerca salté del susto.
— Puedes conservarlo.
— Oh… no, no. Te agradezco, pero no. Es tuyo.
— Es una copia y tengo el original en mi habitación. Puedes quedártelo.
— Pero… — musité dubitativa. Era un libro de lomo de cuero… no parecía para nada ordinario.
— Es un regalo.
— … — al oírlo enmudecí en el acto mientras el rubor g