La señora Cano me miró con un atisbo de impotencia en sus ojos.
-Hace años, hice que le echaran las cartas a Javier. Si seguía con Sofía Blanco, causaría un gran desastre y arruinaría toda la fortuna familiar. Y tú, quien llevabas años enamorada de él, tenías justo las cualidades ideales para ayudarlo a salir adelante, ya que las cartas decían que le podrias traer prosperidad. Por eso, se me ocurrió cubrir los gastos médicos para hacer que te casaras con él. No pensé que esto causaría el fuerte rechazo de mi hijo hacia ti, y que la gente malinterpretara la situación. Has sufrido mucho en todos estos años, ya que parece que está destinado a enfrentarse a esta prueba, déjalo ir.
La señora Cano me hizo un gesto, por lo que me levanté y regresé a mi habitación.
Mi teléfono vibraba sin parar, era Sofía Blanco.
Seguidamente, fotos íntimas aparecieron ante mis ojos, una tras otra.
Javier, usualmente frío y distante, aparecía con la mirada perdida besando el empeine de Sofía.
Recordé que en la noche de bodas, me confesó que era un creyente devoto de Dios, y que ya había renunciado a todos sus deseos carnales. Esa actitud fría, comparada con la expresión de la foto, lo hacían parecer dos personas completamente diferentes.
Evidentemente, pude notar la arrogancia de Sofía.
-Sandra Cruz, a pesar de que has conseguido estar con Javier, él todavía me quiere. Con solo un gesto mío, vuelve a mi lado de inmediato.
Ese hombre borró el último atisbo de esperanza de mi corazón el día del funeral, por lo que ya me daba igual todo lo relacionado con él.
Respiré hondo y dije con calma:
-Solo piensa, ¿qué animal trataría un hueso roído como un tesoro y lo alardearía por todas partes?
En la ventana de chat parpadeó varias veces "Escribiendo...", pero al final, no recibí nada.
Probablemente, se había refugiado en los brazos de Javier para llorar y acusarme de ser arrogante y déspota.
Después de todo, ella era una experta en sembrar discordia y crear conflictos.
Miré la urna con las cenizas de mi padre, y me recordé a mí misma que no podía repetir los mismos errores.
Las últimas palabras de mi padre resonaron en mis oídos:
-Sandra, he sido una carga para ti. Después de mi fallecimiento, ve y persigue la vida que deseas.
Apreté los puños. En ese entonces, para reunir el dinero del tratamiento de mi padre, renuncié a la oportunidad de estudiar en el extranjero y elegí casarme y complacer a Javier.
Ya que todas las ataduras habían desaparecido, llamé a mi mentor con nerviosismo.
-Justo tengo un proyecto de investigación sobre inversiones internacionales, y eres la más adecuada.
No preguntó por qué había cambiado de opinión, simplemente me aceptó de inmediato.
Al siguiente segundo, mi puerta fue abierta violentamente de una patada.
Era Javier, quien había venido con Sofía.
El primero estaba pálido de la ira, apenas conteniendo su furia, logró decir:
-Discúlpate con Sofía.
Detrás de él, esta lloriqueaba, pero en sus ojos, solo había desafío.
-Solo dije que está mal entrometerse en la relación de otros, y menos cuando no se es amado, pero ella me insultó y me humilló. Javier, ¿de verdad me equivoqué?
Sofía parpadeó, y sus lágrimas cayeron sobre las cuentas de la pulsera de Javier. La angustia en los ojos de este se intensificó.
-¡Sandra Cruz! Si no te hubieras confabulado con mi madre y obligado a casarme, ¿cómo habríamos llegado a este punto? Tú misma te buscaste esto, así que deberías asumir las consecuencias. Discúlpate con Sofía, y podré perdonar lo que le hiciste.
El tono de Javier era altanero, como si le estuviera haciendo un gran favor.
Querer que yo, su esposa, me disculpe con su amante, qué absurdo y ridículo.
Y justo me estaba pasando a mí.
Lo miré en silencio y dije.
-Ya que la quieres tanto, divorciémonos.
Javier se quedó paralizado, mirándome fijamente.
-¿No es que la amas hasta la médula? Acepto el divorcio, les dejo en paz, ¿satisfecho ahora?
Al oír esto, Sofía sonrió y abrazó a Javier, diciendo feliz:
-Qué bien, Javier. Así podremos...
-¿A qué estás jugando ahora?
Javier no la dejó terminar. Entre sorprendido y enojado, soltó:
-¿Quieres que Sofía cargue con el nombre de ser una rompehogares? ¿Qué quieres que la gente piense de ella?
Pareció haber encontrado por fin una excusa válida y reiteró:
-No me divorciaré de ti. Quiero que asumas las consecuencias de lo que hiciste, sufriendo por el resto de tu vida.
Al ver que el hombre no se casaría con ella, la sonrisa de Sofía se congeló.
La obsesión y el odio aparecieron brevemente en su rostro.
Javier no me dio oportunidad de responder.
Tomó la mano de Sofía y se fue apresuradamente, dejando mis pensamientos hechos un desastre.