Sin necesidad de volverme, supe que era Javier Cano.
Me quedé quieta, sin moverme.
Fernando Sanz notó mi anomalía y se interpuso instintivamente.
-¿Sandra, quién es él? -la voz de Javier temblaba ligeramente.
Este extendió la mano para agarrarme de la muñeca, pero Fernando lo sujetó con fuerza, inmovilizándolo.
-¡Sandra! -su voz subió de tono- Sé que aún me guardas rencor, pero de verdad ya sé dónde está mi error. Después de aquel día, corté toda relación con Sofía. Quise buscarte de inmediato, pero ella se aferró a mí como una perra rabiosa. No solo filtró un video de nuestra ruptura, sino que además, denunció las cuentas internas de la empresa a las autoridades...
Ya sabía de estos hechos por Marta, la chica de recursos humanos. La empresa estaba en un caos, muchos de los empleados, alarmados, renunciaron. Los socios cancelaron proyectos para evitar riesgos, el valor bursátil se desplomó. Javier, aunque trabajó sin descanso, no pudo evitar el desastre.
El altivo directo