Capítulo 3
Nelson ni siquiera se molestó en darle una explicación.

La llevó directamente al área de ginecología del hospital, donde ya había un equipo médico esperándolos.

—Señora, por favor, cámbiese y póngase esta bata —dijo una enfermera con voz mecánica—. Vamos a aplicarle hormonas para inducir la ovulación. Es posible que sienta un poco de molestia durante la extracción de óvulos...

Ivana se quedó paralizada, mirando a Nelson sin entender nada.

—¿Extracción de óvulos? ¿Para qué?

Él la miró serio, con los labios apretados y la paciencia agotada.

—Para una fertilización in vitro. ¿O qué pensabas, que lo haríamos a la antigua?

Ivana sintió un vacío en el estómago. Como si la sangre se le hubiera ido de golpe.

Ambos estaban sanos, lo sabía. Pero Nelson insistía en seguir un tratamiento de fertilidad. ¿Solo para evitar tocarla?

Trató de sonar tranquila, pero la voz se le quebró sin remedio.

—¿Por qué...?

—¿Por qué qué? —respondió él, impaciente, sin siquiera mirarla.

—¿Por qué quieres este hijo? —preguntó ella, levantando la cabeza de pronto—. ¿De verdad quieres tener un hijo conmigo?

Nelson no respondió de inmediato.

La miró en silencio y su gesto cambió, algo en ella ya no era el mismo Ivana de antes.

La Ivana de antes habría aceptado cualquier tratamiento con tal de formar una familia con él, incluso sin pensarlo dos veces.

Pero ahora, al mirarla, había algo distinto en su mirada: ya no era ilusión, era distancia... una frialdad que antes no existía.

Molesto por su reacción, contestó con tono seco:

—Porque se necesita un heredero entre los Braga y los Ramos. ¿O acaso crees que quiero tener un hijo con tus genes por gusto?

Ivana se quedó sin palabras al entenderlo todo de golpe: una vez más, no era amor, era un trato. Solo otro juego de intereses disfrazado de familia.

Incluso ahora que pensaba dejarla, Nelson seguía queriendo exprimir hasta la última gota de valor que pudiera sacarle.

¿Qué era ella para él?

¿Un vientre útil? ¿Un instrumento para cerrar alianzas?

Con los ojos llenos de lágrimas y la voz apenas sostenida, Ivana murmuró:

—¿Y si te digo que no quiero?

Nelson se quedó sin palabras por un segundo. No esperaba que Ivana tuviera el valor de decirle que no. Pero la sorpresa no le duró mucho: enseguida se le dibujó una sonrisa cínica en la cara.

Soltó una risa seca, y sin decir nada, le sujetó el mentón con fuerza.

—¿Te da miedo que si tenemos un hijo ya no tengas excusas para rogarme que te toque?

Su tono era cruel, afilado como un cuchillo.

—¿Qué, te mueres de ganas de que te lo meta para quedar preñada?

Luego se inclinó un poco más, su aliento le rozaba la cara.

—Lo siento, Ivana. Pero tú no me interesas. En lo más mínimo.

Y sin más, la empujó con brusquedad. Cayó al suelo, sin poder creer lo que acababa de escuchar.

—Esto no es una opción —dijo él con frialdad—. Si quieres un hijo mío, va a ser así. Punto.

Luego miró al equipo médico con total indiferencia.

—Llévenla al quirófano. Ya.

Ivana intentó soltarse, rogando que no lo hicieran. Pero las enfermeras la sujetaron con firmeza y la subieron a la camilla sin escucharla. Cuando sintió la aguja penetrar su piel, el llanto la venció.

¿En qué momento todo se convirtió en esto?

¿Nelson... por qué?

El cuerpo le temblaba. Entre las hormonas, la angustia y el dolor, todo comenzó a desvanecerse.

Y antes de poder decir algo más, perdió el conocimiento.

***

Cuando abrió los ojos, ya había amanecido.

A su lado, un médico soltó un suspiro de alivio al verla despertar.

—Qué bueno que ya está consciente, señora Braga. Su cuerpo tuvo una reacción muy intensa a las hormonas, entró en una crisis nerviosa, pero por suerte está fuera de peligro.

Ivana parpadeó con dificultad y, con la voz apenas audible, preguntó:

—¿Y Nelson?

El médico dudó unos segundos antes de responder, incómodo:

—El señor Braga se marchó en cuanto dejó la muestra.

Ivana tardó en procesar lo que acababa de oír. Cuando entendió a qué muestra se refería, apretó la sábana sin darse cuenta.

¿También esta vez... pensando en Elena?

Solo imaginarlo le revolvió el estómago.

El médico siguió hablando, sin notar su expresión:

—A pesar de las complicaciones, el procedimiento fue un éxito. Mire.

Se acercó con un pequeño recipiente refrigerado y lo abrió con cuidado. Dentro, cinco tubos marcados con etiquetas.

—Aquí están los embriones. Todos viables.

Ivana los miró en silencio.

¿Eso... eran sus hijos con Nelson?

—Cuando esté recuperada —continuó el médico—, podremos seleccionar el embrión más fuerte para la implantación. Así que usted...

—¡Señora Braga! ¿Qué hace?
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