Al final de la charla, él volteó hacia mí y sonrió.
Fue una sonrisa bien misteriosa.
Yo, sin mucha seguridad, dije:
—N-no, mejor no recordemos nada. Al fin y al cabo, lo que pasa borracho no es de verdad.
—Ah… entonces si borracho me acuesto contigo, ¿tampoco es de verdad? —preguntó Mateo.
No supe qué decir.
Él sonrió de nuevo:
—La noche de la fiesta de graduación, parecías tomártelo muy en serio, como si me quisieras devorar vivo.
—Eso fue porque te aprovechaste de mí, yo estaba furiosa… —respondí, pero al cruzarme con la intensidad de sus ojos oscuros, me tragué lo que me faltaba por decir.
Al final, lo que sentía ahora no era igual que en ese entonces.
En ese momento no había cariño, solo rechazo.
Ahora… ahora sí había algo, y también entendía que él me tenía en su corazón.
Así que algunas cosas, si las decía, solo lo iban a lastimar.
En ese momento, una sombra me cubrió.
Sin darme cuenta, Mateo ya estaba frente a mí.
Apoyó las dos manos en la baranda, encerrándome entre su cuerpo y