—Aurora… —dijo ella, mirándome.
—Enséñame, ¿cómo logras que tantos hombres excelentes te admiren? Quiero ver si yo puedo aprender, aunque imagino que tus trucos no son algo que cualquiera pueda copiar.
La miré como si fuera una tonta y respondí entre risas:
—Perdón, pero eres una de esas cualquiera, dudo que lo aprendas.
—Claro, tú sí eres inteligente, tus métodos para seducir a los hombres nunca fallan —respondió con sarcasmo.
Mientras hablaba, Carlos le jalaba del brazo para que se callara, pero ella no le hizo caso.
Se soltó de su mano y le dijo, seria pero sonriendo:
—¿Qué pasa, no te gusta que alabe a tu hermana?
Carlos se puso molesto, pero no respondió.
Yo sonreí y le dije:
—Gracias por el cumplido. Yo también quería halagarte, porque entre mujeres deberíamos apoyarnos. Pero pensé y pensé, y no encontré nada en ti que merezca ser halagado.
—Por supuesto, yo no soy como tú, que sabe seducir a los hombres. Ese tipo de trucos nunca los voy a aprender —respondió, fingiendo una modes