Ni siquiera terminé de hablar cuando él dijo algo inesperado.
Me quedé completamente atónita.
—¿Qué significa eso?
Mateo sonrió un poco, con un brillo profundo en los ojos.
Yo estaba confundida.
—Pero si ya estamos divorciados... No me equivoqué, ¿cierto? Yo misma firmé esos papeles.
—Ese acuerdo de divorcio que firmaste... lo rompí.
—¿Qué?
Lo miré, totalmente sorprendida.
Mateo me agarró de la cintura y bajó la cabeza hasta esconderla entre mi cuello. Con voz algo resignada, me dijo:
—Cuando te propuse el divorcio, solo quería ponerte a prueba. Pero tú firmaste sin pensarlo dos veces. ¿Sabes lo mal que me sentí? Ese mismo día rompí los papeles en pedacitos. ¡Eres una mujer sin corazón!
Fruncí más el entrecejo y volví a confirmar:
—¿Estás diciendo que no querías divorciarte en realidad? ¿Que solo fue una prueba? ¿Y encima rompiste el acuerdo? ¿Entonces nunca nos divorciamos?
Mateo, con la cabeza aún en mi cuello, respondió con un suave “ajá”. El aliento caliente que soltó me hizo cosqu