Camila me lanzó una risita victoriosa antes de irse también.
Yo sonreí, burlándome de ella. No entendía qué tenía esa mujer para sentirse tan ganadora.
Lo único que tiene es una cara bonita. Del resto, es una cualquiera, solo que sabe cuándo actuar y cuándo no para salirse con la suya. No es una mujer inteligente o buena para algo.
Si no fuera porque Mateo la trata como reina y la cuida, la vida ya le habría dado duro.
No logro entender qué le ve Mateo.
Si por lo menos hubiera elegido a alguien realmente especial, hasta lo aceptaría.
¡Pero es que Camila no tiene nada de especial! ¿Y aun así perdí contra ella? Solo pensarlo me daba vueltas el estómago.
Exhalé, agarré mi bolso y salí del avión.
Al llegar a la salida del aeropuerto, me sorprendió ver que Mateo y Camila todavía seguían ahí, como esperando a alguien.
Supuse que esperaban a Alan.
Bajé la cabeza, queriendo pasar desapercibida.
Pero Camila se me acercó de una y me agarró del brazo, toda entusiasta:
—Aurora, vamos a comer algo.