—¡Aurora! —el hombre volvió a rugir, cada vez más molesto.
Me miró con una furia intensa.
—Más te vale decirme la verdad: ¿con quién estuviste? ¿Qué hiciste con esa gente?
En ese momento, estaba completamente desarreglada, y mi pijama estaba empapada en manchas de vino.
Seguramente pensaba que me había ido de fiesta con unos hombres. Que la había pasado muy rico.
A fin de cuentas, para él, yo siempre había sido una mujer que no sabía comportarse.
Tratando de sonreír, respondí con la voz ronca:
—Lo que tú pienses que hice... es exactamente lo que pasó. No hace falta preguntarme.
Mateo estaba realmente furioso.
De pronto me agarró y me empujó contra la pared.
Fue entonces cuando su mirada se detuvo en mis pies descalzos.
Cuando los vio, no lo podía creer.
—Tú...
Me soltó, mi cuerpo se desplomó otra vez.
Él me agarró de nuevo en sus brazos.
Pero esta vez no gritó. Me llevó rápidamente al cuarto.
Me recostó sobre la cama y se inclinó para ver mis pies.
Su asombro era justificado.
Estaban c