Alan se tocó la nariz y dijo:
—La verdad, no creo que haga tanto frío.
Justo después de decir eso, empezó a caer nieve suave.
Él sonrió, un poco sorprendido:
—Bueno, la nieve no es tan helada, ¿no?
Camila no le hizo caso. No apartaba la vista de Mateo.
Yo me abracé los brazos, sintiéndome incómoda, y lo miré:
—¿No hace frío? Entonces, ¿por qué no me das tu chaqueta?
Sí tenía frío. Si Camila no fuera tan fastidiosa, me pondría la chaqueta de Mateo sin problema.
Pero lo dije así nomás, sin pensar que Alan lo iba a tomar en serio.
—Jejeje, eso se arregla fácil. Si Aurora quiere mi chaqueta, es un honor para mí —dijo Alan, sonriendo.
Lo miré y vi que bajo la chaqueta solo llevaba una camiseta delgada de manga larga. Levanté la mano rápido:
—No hace falta, lo dije jugando. Tú mejor ponte la chaqueta, no quiero que te enfermes.
—No te preocupes, soy hombre, aguanto el frío —contestó Alan, y sin decir más, me cubrió con su chaqueta.
Iba a decirle que no, pero entonces Mateo habló desde el aut