Todo mi cuerpo se tensó.
Camila era de verdad insoportable.
Si el farmacéutico les decía que lo que recogí eran medicamentos para el embarazo, Mateo iba a saber que estoy embarazada.
Me giré rápido y le hablé a Camila con un tono amenazante:
—¿Y tú por qué haces tantas preguntas? ¿Qué te importa a ti qué medicamentos llevo?
Camila retrocedió un poco, como si realmente me tuviera miedo.
Con cara de herida me dijo:
—Aurora, solo me preocupaba por ti, quería saber qué enfermedad tenías para que Mateo pudiera ayudarte a hacerte más pruebas. ¿Por qué reaccionas así?
—Lo que compre no es asunto tuyo, y tampoco necesito que te preocupes. Mejor preocúpate por ti misma y deja de andar con esa cara de estar a punto de morirte cada dos por tres.
—¡Aurora! —Mateo me gritó, poniéndose delante de Camila mientras me miraba con esos ojos amenazantes, como a punto de dispararme.
—¡Cuida tu tónito y tus palabras!
Me mordí el labio con tristeza.
¿Así que ella sí podía decir lo que quisiera de mí, pero yo