—Espérense, cálmense un momento. Vinieron desde muy lejos, por lo menos descansen un poco —les dije, mientras me volteaba para mirar a Alan.
Alan tenía la cara tensa; no dijo nada. Yo sabía que, más que nadie, él quería que Valerie despertara. Pero al mismo tiempo también tenía miedo. No confiaba en Javier, y por eso tampoco confiaba en la gente que él había traído. Tenía miedo de que Javier estuviera planeando algo, temía que Valerie se pusiera peor. Con ella, él ya no podía dejar que pasara ningún imprevisto. Le pedí a los empleados que sirvieran té rápido para calmar a los dos doctores y, después, agarré a Alan y me lo llevé hasta el arco del patio trasero.
—Vamos a dejar que lo intenten. A finales del año pasado, Javier ya me había dicho que los dos doctores que contactó estaban seguros de poder hacer que Valerie despertara, así que...
—¿Y si Javier te está mintiendo? —me respondió Alan, resistiéndose—. Todos los de su familia son malas personas. Valerie quedó así por culpa de su p