De verdad, Mateo... ni siquiera delante de otras personas se sabía aguantar un poco. Qué situación tan vergonzosa. Pero cuando lo miré feo, Mateo nada más sonrió, y encima con un aire un poco descarado. En fin, mejor no discutir con él. Cuando este hombre se pone malo, de verdad no le importa ni el momento ni el lugar. Agarré mi celular de la mesita de noche y salí corriendo.
Ya había llegado la primavera y el sol de la mañana brillaba muy fuerte; cuando pegaba en la tierra, parecía que todo el mundo se iluminaba de repente.
Llegué a la cafetería del hospital, tarareando una canción. Mateo no parecía ser delicado con la comida, pero tampoco tenía algo que le gustara en especial. Escogí varias cosas ligeras y pedí que me las pusieran para llevar. Mientras caminaba hacia el área de hospitalización con el desayuno en la mano, mi celular sonó de repente; era Alan.
Pensé que iba a venir al hospital, así que contesté rápido. Al segundo siguiente, escuché la voz grave y un poco preocupada de