No sabía cuánto tiempo había estado desmayada. En mis sueños todo era negro, una oscuridad que no se acababa nunca. Por más que corría, no veía ni un poquito de luz. De repente, pisé en falso y sentí que me caía a un pozo sin fondo.
Me desperté, asustada por la sensación de caída; me costaba respirar y sentía un dolor en mi pecho lleno de miedo. Incluso dormida, esa angustia y ese terror seguían encima de mí hasta dejarme sin aire.
Pasó un buen rato antes de que poco a poco empezara a acordarme de todo, y en el corazón volví a sentir esa punzada horrible.
“Mateo...”
Me tapé la boca y lloré sin poder aguantarme. El dolor era tan grande que no podía escapar de él ni dormida.
Podía ir a buscar a Mateo y contarle todo lo que me había hecho Javier. Él no se iba a enojar. No me iba a rechazar. Solo iba a querer vengarse de Javier.
Pero yo no podía superar mi propia culpa. Sentía que no lo merecía. Incluso si él me abrazaba o me besaba, a mí misma me daría asco; sentía que estaba sucia, q