Mi corazón me dio un vuelco.
Con la mirada baja, caminé despacio hasta quedar frente a él.
—Ya es tarde. Tengo que volver a la boda; Javier sigue esperándome.
—¡Aurora!
Apenas terminé de hablar, él me agarró del brazo bruscamente. Sus ojos se pusieron rojos de inmediato.
—¿Aun así quieres volver? ¿Aun así quieres casarte con él?
—Sí —respondí en voz baja, sin levantar la cabeza.
Él de pronto me agarró por los hombros y gritó:
—¡Mírame! ¡Mírame a los ojos!
Incómoda, apreté los labios y por fin levanté la mirada.
—Sí. Tengo que volver.
—¿Volver a qué? —él apretó los puños, como preparándose para confirmar su miedo más grande—. ¿Volver para casarte con Javier, o... por otro motivo?
—Es... es para casarme...
—¡Mentira! —antes de que terminara mi frase, él gritó—. ¿Qué me has estado ocultando? Aurora, ¿por qué no quieres decirme la verdad? ¿Qué soy yo para ti? ¡Yo soy tu hombre, soy...!
—¡Basta!
Recordé que Waylon seguía vigilándome; incluso podía ver cada reacción mía con ese telescopio.