Justo cuando estaba a punto de colgar, Alan me llamó de nuevo. Seguro estaba con Mateo y llamaba para preguntar por él, pero como Javier estaba a mi lado, no podía decirle nada, así que colgué sin pensarlo.
De repente, el auto se detuvo lentamente; alcé la vista y vi que estábamos parados en el semáforo.
—¿Por qué no le contestas?
Al voltear, me topé con la mirada penetrante de Javier, que me veía con una sonrisa irónica.
—¿Es algo secreto que no quieres que oiga?
—Por supuesto que no —respondí rápido—. Solo que, si ya elegí estar contigo, entonces debo cortar todo contacto con ellos.
—¿Ah, sí? —Javier sonrió de nuevo, con sarcasmo.
En ese momento, Alan volvió a llamar.
Javier, con una sonrisa sutil, dijo:
—Contesta, ¿qué temes?
Lo miré y, aunque estuve tentada, no quise responder. Después de todo, Alan siempre hablaba sin filtro; además, acababa de estar con Mateo. Si Alan entraba en esa habitación, iba a adivinar fácil lo que pasó y, con lo bocón que era, seguro lo soltaba todo.
Mi