En esos días, Alan siempre me hablaba con un tono extraño y sarcástico.
En ese momento, Luki se enojó y le reclamó:
—Padrino, ¿por qué le hablas raro a mi mami? ¡No puedes hablarle así!
Alan se quedó un segundo en silencio y luego preguntó:
—¿Y tú qué crees que dije mal? A ver, dime, ¿qué parte de lo que dije estuvo incorrecto?
Luki miró a Embi, molesto y confundido.
Embi lo miró también, confundida.
Claro, ellos todavía eran niños. No entendían la burla escondida en las palabras de Alan, solo sentían que ahora él ya no me hablaba como antes.
Como Luki no pudo responder, se molestó más:
—No me importa. ¡No puedes volver a hablarle así a mi mami! Si lo haces, ya no te quiero como padrino.
—¡Sí! No puedes molestar a mi mami. Si la molestas, yo tampoco te quiero como padrino —dijo Embi, con su carita inflada de enojo.
Alan se mostró ofendido.
—¿Y cómo se supone que estoy molestando a su mami? Yo…
—¡Ya basta!
En ese instante, Mateo apareció, con Indira ayudándolo, caminando lentamente haci