Cuando salí, Mateo seguía apoyado en la ventana, fumando.
La manera en que me miraba había cambiado; ahora tenía esa mirada profunda con una chispa de deseo que trataba de ocultar.
La verdad, cuando me vi en el espejo antes, noté que la camisa negra hacía que mi piel se viera súper clara.
Y como me quedaba justo hasta los muslos, era bastante sensual.
Además, sin ropa interior, se marcaba la forma de mi pecho por la tela, algo que, obviamente, no iba a pasar desapercibido.
Él era un hombre normal, y era obvio que le iba a atraer verme así.
Siempre lo recordé como alguien muy apasionado en ese tipo de cosas.
Pero hoy, después de todo lo que pasó, no quería saber nada de él. Incluso me daba como cosa.
Me bajé un poco el borde de la camisa y le solté:
—Estoy cansada, me voy a dormir de una vez.
Mateo no respondió, solo siguió soltando el humo en círculos.
Tenía los ojos medio cerrados, como si me estuviera viendo, pero al mismo tiempo no.
El humo hacía que su cara se viera difusa, casi co