Aunque Mateo hablaba con un tono bastante plano, me imaginaba cómo la había pasado en esa casa.
No me sorprendía que todos hablaran bien de Michael y mal de él, ni siquiera le daban chance de mostrar lo que valía.
No era raro que desde niño aprendiera a esconder sus talentos, porque sabía que su madrastra nunca iba a dejar que sobresaliera más que Michael.
El tipo que trabajaba ahí nos llevó hasta una torrecita que estaba en el jardín, detrás de la casa. Era de dos pisos, y bastante tranquila.
Pero bueno, la familia Bernard siempre ha sido un nido de chismes. Yo solo pensaba en irme apenas acabara la fiesta.
Y ahora resulta que tenía que quedarme a dormir.
Solo esperaba que las cosas no se complicaran más por la noche.
La decoración de la torre era sencilla.
Abajo había una sala, y arriba, una biblioteca y un cuarto.
Mateo me llevó al segundo piso y, con voz indiferente, dijo: —Aquí es donde vivía antes.
Se quedó callado un momento y agregó:
—Fue la abuela Bernard la que peleó para que