—¿Crees que montando esta escenita vas a ocultar que engañas a Bruno? —le dije.
—¡Ya basta, Aurora! —Carlos me gritó, desesperado.
—Te lo ruego, no sigas difamándola, ¿sí?
—¿Que no siga qué…?
Me reí.
Mi hermano de verdad confiaba en Camila más que en él mismo.
De la nada, Camila se sentó en la cama, abrazada a las sábanas.
Había llorado todo un río.
Si no conociera de sobra cómo era en el fondo, hasta yo me habría dejado engañar por esa imagen de mujer frágil y desdichada.
Con los ojos llorosos, me miró y dijo:
—Aurora, en serio no sé por qué siempre me odias tanto. Primero hiciste que tu amiga me golpeara en la filmación, luego mandaste serpientes para que me mordieran, y ahora me acusas de acostarme con otros hombres. Sé que me odias porque me quedé con tu hermano, pero si lo que quieres es separarnos, no tenías que llegar tan bajo. Si me lo pidieras, yo me iría… no tendrías que hacer esto.
—¡Camila!
Cuando la escuchó decir que se iría, Carlos se asustó, la tomó de los hombros y excl