—Esa vez, la joya que te regalé no era peor que este collar que te dio Waylon, pero tú la tiraste sin más, con desprecio, y hasta dijiste que era vulgar. Desde entonces pensé que de verdad no te gustaban estas cosas tan “comunes”. Pero mírate ahora, cuidando ese collar de Waylon como si nada.
Mientras hablaba, su sonrisa se llenaba de más sarcasmo.
Me lamí los labios, con ganas de explicarme.
Pero él siguió:
—Aurora, eres tan cariñosa. Parece que tratas bien a todos los hombres, coqueteas con todos... menos conmigo.
¡Eso no era cierto!
¿De dónde sacaba esas cosas?
¿No estábamos hablando de joyas? ¿Ahora qué tenían que ver otros hombres?
Abrí la boca, lista para defenderme al menos un poco.
De inmediato, me ordenó de mala gana:
—¡Vete a cocinar!
Sentí que la sangre me hervía.
¡Qué tipo tan necio y cansón!
Lo insulté mentalmente y me fui directo a la cocina.
La verdad, estar ahí cocinando era mil veces mejor que aguantarlo.
Después de tantos días cocinando sin parar, ya tenía las manos m