Su ceño se fruncia en señal de plena concentración, mientras extraía gota a gota el fruto de su arduo trabajo.
Sus manos temblaban por la emoción y sus ojos, con lágrimas que se negaban rotundamente a detenerse, miraban aquel líquido de un amarillo pálido pero elegante a través del cristal.
Cuando por fin la última gota cayó dentro del pequeño frasco, retiró todo el equipo que cubría su cuerpo y con mucho nerviosismo tomó el recipiente entre sus dedos.
Aquel olor cítrico y floral inundó de inmediato sus fosas nasales y sonrió satisfecho, al ver que había logrado su cometido.
- Lo logré papá.- Susurró a la fotografía colgada en la pared, con varios sentimientos entrelazandose en su corazón.
Su padre amaba estar en aquel lugar el cuál para él no era simplemente un lugar de trabajo sino, su patio de recreo.
Desde que tenía memoria, Kalet recordaba estar siempre rodeado de distintas fragancias y al igual que su padre, él también amaba extraer la esencia de lo perecedero para convertirlo e