Capítulo 39. Los efectos del veneno
—Erik…
Él estaba viendo por la ventana, no la escuchó porque su voz era muy débil y su garganta estaba reseca. Ella hizo un esfuerzo por abrir sus ojos, le pesaban, pero podía sentirlo y oler su perfume, sabía que él estaba cerca. Observó el techo y las paredes y se dio cuenta de que no estaba en la habitación que compartía con su esposo.
—Erik —dijo un poco más alto, cuando logró observarlo. Él se giró de inmediato y dando grandes pasos llegó hasta ella.
—¡Bella! —él se sentó a su lado tomando una de sus manos—, al fin despertaste. —Ambos sonrieron.
—Agua —pidió ella, y él de inmediato le dio de tomar con mucho cuidado. Retiró el vaso cuando ella acabó.
—¿Estás bien? —preguntó ella, aún preocupada. Era ella quien estaba luchando por su vida y la de su hijo; aun así, estaba preocupada por él.
—Lo estoy —depositó un beso en el dorso de su mano y le sonrió.
—Gracias al cielo —exclamó—, no podría vivir si algo te sucede.
—¿Y crees que yo podría vivir sin ti? —Erik acunó su rostro