Capitulo 3

—Estando todos acá reunidos en esta hermosa mañana— empieza a decir el rey—. Por fin le podremos fecha a su compromiso...

La princesa gira abruptamente hacia su padre, lo mira con desconcierto echa todo una furia.

— Me gustaría—  dice Lumiere mirando a la princesa amablemente.-que fuera la primera semana de primavera, claro, si la princesa está de acuerdo.

La princesa lo mira y le sonríe de medio lado, asintiendo dulcemente, en forma de afirmación pero fue sarcástica.

—Excelente —dice el rey, mirando a su hija en forma acusadora— Entre más pronto mejor, así evitaremos las habladurías y que tu error se empiece a notar.

La princesa echa toda una furia, pega un puño a la mesa. Se levanta de golpe haciendo mucho ruido.

—No toleraré que le digas error a tu propio nieto, padre— le reclama molesta la princesa.

Interrumpen las mucamas para terminar de colocar los preparativos para el desayuno. En eso Fark se  acerca con una jarra de zumo de cereza y le guiña un ojo a la princesa para que se calmara .Fark se marcha para seguir sirviéndole el zumo a los otros invitados.

 Ya servida y bien distribuida la mesa, las mucamas hacen reverencia mientras van saliendo una por una  del comedor. 

Quedando así en absoluto silencio.

—Que les aprovechen— dice el rey sonriendo.

Comienzan a rechinar los platos y cubierto haciendo eco en todo el lugar.

—Hay un banquete por escoger y no me apetece nada—digo entre dientes.

El rey nota a la princesa articulando con sus labios casi imperceptibles para los invitados. Pero el rey le dice:

—Comportad y comed. —le reprocha.

Terminan todos de comer. Se escucha una silla rodarse, la silla del rey.

—Les invito a pasar a mi despacho para continuar la plática de los preparativos  de la boda.

Asentimos y nos levantamos todos  de nuestros lugares. 

“Me extiende su brazo” dijo Lumiere.

Ella acepta.

Mi padre  nos mira  en forma de aprobación mientas subimos las escaleras. 

—Parece que se va a casar él y no yo…

El príncipe se encontraba conteniendo una carcajada. Lo mira acusadoramente.

Hace una señal de rendición con la mano que  le  queda disponible.

—Que tierno y maduro de tu parte.

Me detengo, me suelto de su  agarre sin antes cerciorarme que mi padre re no se encuentra al principio de las escaleras. 

— ¡Cállate!— dice ella—. Ya no somos unos niños para que me andes corrigiendo, niño perfecto de papi. 

Él  se lleva la a mano al corazón  dramáticamente y la mira fingiendo ofensa.

 

Lo golpea en el hombro y continúan su camino hasta el despacho, nuestros padres nos esperaran sonrientes, les correspondo la sonrisa, volteo a ver a Lumiere. Siento como todo se nubla, mis ojos  me pesan y se cierran solos. Se desploma desmayándose, cae al suelo. Lumiere corre y se arrodilla y levanta a la princesa en sus brazos.          

—Espero que no... —Dice el rey Abaduel.

—Ni lo digas, querido amigo—dice el rey Toz Hu.

—No es momento para esas tonterías —dijo Lumiere— indicadme dónde están sus aposentos.

—¡¡¡Fark!!!—Grita el rey Abaduel.

Se escuchan a los lejos, pequeños pasos que resuenan, por el corredor y las escaleras.

—Su Majestad Abaduel —dice Fark respirando agitadamente, se inclina y hace una reverencia —Estoy a sus órdenes mi señor.

—No tenemos tiempo —dice el rey Abaduel—. Corre, busca al duende Lafeld, corre pequeña, corre.

Sale corriendo con todas sus pequeñas fuerzas, a buscar al viejo Lafeld al pueblito. Mientras El rey y Lumiere corren por los pasillos. El Rey señala hacia la puerta grande del lado izquierdo. 

—. Allí están sus aposentos. —dice el rey Abaduel caminando apresuradamente.

El rey Abaduel despliega por completo las puertas de la habitación de la princesa. Camina adentrándose a la habitación, deposita cuidadosamente a la princesa en su cama.

 —Tendremos que esperar al anciano Lafeld. — dice El rey agitado.

 Quince minutos más tarde.

Se oyen pasos lentos, por el pasillo muy cerca de la habitación.

 —Buenos días, Sus Majestades. —dijo el anciano Lafeld golpeando fuertemente, su bastón con el suelo.

 Todos se sobre saltan y observan al anciano Lafeld caminar lentamente.

 —Gracias por llegar tan pronto  —dice el rey Abaduel, mira al anciano con preocupación.

Este se acerca a la princesa, observándola detenidamente, ignorando así las palabras del Rey Abaduel.

 —La princesa está bien  —dijo el anciano Lafeld baja su mirada al vientre, sacando de sus manos una esfera de luz color verde, pasándolo por el pequeño vientre de la princesa.

—Que energías contiene esta pequeñita.

Todo se torna borroso, consecutivamente en cámara lenta y se pausa.

Desciende lentamente una luz resplandeciente.

Se frota los ojos, admirando la hermosa esfera de luz dorada frente a él.

 —Hola mi querido Lafeld  —dice la esfera de luz. 

—Santa luna  —dice el anciano admirando a la diosa.

Se inclina con la ayuda de su bastón para lograr hacer la reverencia a la madre de todo el universo.

 —No tengo mucho tiempo querido —dijo la diosa —. He bajado a darte una advertencia con unas indicaciones.

 —Sí, mi diosa  —dice el anciano asistiendo frenéticamente con la cabeza.

 —Tienes prohibido en su totalidad contar el poder de la criaturita que está creciendo en su vientre — dice ella sonriéndole dulcemente a la princesa, acercándose al anciano Lafeld  mientras les da las indicaciones y como las debe realizar.

Luego se desvanece volviéndose minis partículas de luz,  funcionándose con la luz del sol que entra por las ventanas de la habitación.

Todo se pone en retroceso y se coloca replay.

 —Las dos están sanos y estables — dice el anciano Lafeld—. En pocos minutos despertará.

Marchándose así en total y absoluto silencio del Castillo.

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